Mientras Boca se prepara para volver al trabajo y encarar un nuevo año futbolístico, Exequiel Zeballos aprovechó sus últimos días de descanso para volver al lugar donde todo empezó. Lejos de los flashes de la Bombonera y de la presión del alto rendimiento, el Changuito protagonizó un gesto simple, sincero y profundamente emotivo en Santiago del Estero.
El delantero xeneize, que cerró el año con un fuerte resurgimiento futbolístico tras un largo camino marcado por lesiones, visitó La Banda, su ciudad natal, y pasó por el club Sarmiento, la institución que lo vio crecer y donde dio sus primeros pasos con la pelota. Allí se encontró con decenas de chicos de las divisiones formativas, compartió un momento distendido, firmó autógrafos y se sacó fotos que rápidamente se volvieron inolvidables para los más chicos.
Zeballos no fue como figura distante, sino como uno más. Escuchó, sonrió y se tomó el tiempo para cada pedido, en una escena que reflejó el vínculo intacto con sus raíces. Las autoridades del club le obsequiaron una camiseta para su hija Bianca, en un gesto cargado de simbolismo y afecto.
El Changuito viene de cerrar un segundo semestre destacado en Boca, donde logró continuidad, se ganó un lugar en el equipo y se transformó en una de las principales armas ofensivas del conjunto azul y oro. Su desequilibrio fue clave en la remontada del equipo y dejó huella en partidos importantes, incluido el Superclásico ante River.
Sin embargo, lejos de los análisis tácticos y los debates futboleros, esta vez la noticia pasó por otro lado. Por el jugador que vuelve a su barrio, que no se olvida de sus orígenes y que entiende que el fútbol también se juega fuera de la cancha.
Zeballos permanecerá en Santiago del Estero hasta el 1 de enero y se sumará a la pretemporada de Boca a partir del viernes 2. Antes, dejó una enseñanza silenciosa y una imagen que explica por qué el Changuito no solo conecta con la gente por lo que hace con la pelota, sino también por lo que representa.