"El mundo fue y será una porquería ya lo se", reza la canción. Y cuánta razón tiene. ¿Cómo animarse a ser al menos un poco optimista cuando un padre se droga y usa un desodorante con un encendedor para hacer un lanzallamas y quemarle el rostro a su hija? Peor aún si ese mismo padre encierra a su hijo en una habitación y prende fuego la casa hasta verlo morir calcinado.
Parece una película, pero no. Ni en los guiones del terror se vive algo como lo que presenció el barrio Cumelén en la ciudad de Neuquén cuando Federico Costich apareció drogado y desató un infierno. Fuera de sí, más metido en una realidad paralela donde luchaba contra sicarios (según lo que relata el propio hombre) se encargó de hacerle vivir a sus hijos la peor pesadilla del mundo.
El primero de los hechos ocurrió el 24 de marzo de 2024, cuando el hombre sin ningún tipo de explicación le roció fuego a su hija en el rostro y le provocó graves lesiones y una confusión importante. Minutos después obligó a su hijo menor a incendiarle el auto a una persona que le caía mal.
Pero eso no fue todo, porque algunas horas más tarde, ya el lunes 25 de marzo, dejó a su hijo encerrado y prendió fuego la casa mientras se dedicaba a ver cómo ardía el lugar desde la plaza, frente al lugar.
Ahora, en la audiencia de acusación contra el hombre, el caso volvió a generar conmoción en la comunidad y en la Justicia. Lo qué sucedió en la cabeza del zíngaro es difícil de saber. Lo que si se sabe es que su grado de consciencia se mantenía intacto, al menos en las declaraciones de su ex mujer, quien aseguró que al momento de llamar a Costich y preguntarle por su hijo le respondió: "¿Y donde va a estar? Muerto está".
En la fiscalía, a la hora de declarar, el hombre aseguró haber matado a su hijo y herido a su hija, por lo que quedó imputado por estrago doloso agravado por el resultado muerte (en el caso del hijo) y lesiones leves doblemente agravadas por el vínculo y por el contexto de violencia de género con privación ilegal de la libertad agravada (en el caso de la hija).
Aunque aún no quedó dictada su sentencia, se espera que durante los próximos meses el tribunal colegiado determine su condena en un caso que será difícil de olvidar para quienes tengan que ver con el proceso. La cara de Costich quedará tatuada a fuego en los recuerdos de su hija y de su ex mujer, que lo miran desde lejos pensando una y otra vez "¿Qué carajos le pasó por la cabeza?".