HAY UNA COMISARÍA A 300 METROS

Neuquén: Tienen entre 10 y 13 años y venden alcohol toda la madrugada

El “negocio” funciona en el barrio San Lorenzo. Las hermanas adolescentes de los más chicos hacen el delivery.
miércoles, 17 de julio de 2019 · 17:17

El barrio San Lorenzo de Neuquén integra una de las zonas más pobladas del oeste de la ciudad, a unas 40 cuadras del monumento a San Martín, en plena avenida Argentina. La mayoría de las casas son de material, algunas similares a otras como cuando arrancó el barrio y otras tantas ya modificadas pero todas tienen rejas. Asi es la vivienda donde funciona esta venta de alcohol clandestina y quizás por eso pasa desapercibida para quienes no conocen la zona. Pero en el barrio, todos saben y muchos acuden a comprar. Funciona así: de mediodía hasta las 12 de la noche, quien atiende el negocio es la mamá, sostén de hogar. Durante la madrugada, atienden tres de sus hijos: tienen entre 10 y 13 años. En el mismo turno, pero a cargo del delivery, “trabajan” las dos hijas adolescentes: entre 15 y 18 años aproximadamente.

La vivienda en cuestión se encuentra sobre calle Abraham Gotlip al 4000. A tres cuadras de allí, queda la comisaría 16. Atrás de la comisaría, hay una escuela primaria. A otros 300 metros, para el otro lado, hay otras dos escuelas primarias y una secundaria. Mucho más cerca, casi a una cuadra, hay un Registro Civil. A escasos metros pasa la polémica traza del Metrobus. Es decir, una cueva de venta de alcohol ilegal, a mano de todos y en una zona con mucho tránsito.

Para quienes no son del lugar, la casa con rejas y medio paredón, parece una más del barrio. Sin embargo, tiene tránsito y atención casi todo el día. A la madrugada, la angosta calle Abraham Gotlip se convierte obligadamente en una mano más estrecha, de la cola de autos que estacionan a la espera de ser atendidos. 

No es una despensa, no es un mercadito ni es un kiosco. Sólo venden cerveza, vino, fernet y algunos puchos. Con sobreprecio obviamente, se puede conseguir a las 2, a las 4 o a las 6 de la mañana. El negocio lo atiende la mamá -la mujer no tiene más de 55 años y la conocen por “Normita”- desde el mediodía más cercano a la siesta y hasta las 12 de la noche. A esa hora ya comienza el pase de turno con los más chicos de la familia. Hasta la 1 de la madrugada, suelen alternar entre “Normita” y los menores, luego quedan sólo ellos.

Mirá el registro, a las 3 de la mañana:

 

 

Cuentan los vecinos, los que podrían definirse como abstemios y por eso condenan la “vista gorda” que hacen todos, que los dos más pequeños de la casa todavía están en proceso de aprendizaje. Es decir, atienden tras las rejas pero deben ir y venir cuando les preguntan el precio o tienen que dar el vuelto. Una cerveza por ejemplo -no se fía el envase- cuesta $120, casi un 50 por ciento de recargo de lo que podría conseguirse en un supermercado, esa marca. Pero si además, el comprador no puede llegar hasta el lugar a la madrugada, alcanza y sobra con llamar al delivery que por 40 pesos extras, le complace con el antojo etílico.

Ese otro costado del negocio, el del delivery, lo realizan las dos adolescentes de la familia: tienen entre 15 y 18 años. El radio a cubrir es muy amplio, sin temor a cruzar el oeste de punta a punta en plena madrugada. Los mensajes son breves: que se pide, dónde y cuando están llegando. En cuestión de minutos, pueden cruzar de Rufino Ortega y Godoy para llegar hasta Cuenca XV, pasando calle Novella.

A veces, cuentan los vecinos, uno de los móviles de la comisaría 16 se encuentra apostado a 100 metros de este “negocio”. Siempre hablando a la madrugada. Lo ven apostado allí, cual centinela del barrio. Otros vecinos dicen haber sido testigos de ver llegar un par de efectivos y preguntar a los niños por su mamá, la respuesta automática es: “No está, estamos solos”. Y se van.

Es difícil pensar que este “negocio” pasa desapercibido. No sólo para la comisaría que se encuentra a pocas cuadras del lugar, sino también para la municipalidad, para los docentes de las escuelas -tanto primaria como secundaria- donde seguramente acuden los cinco menores de edad en cuestión y hasta para el mismo vecino de al lado, del frente, que por simple curiosidad seguramente se preguntará a qué se debe tanto movimiento a altas horas de la madrugada.

Resulta difícil pensar que pueda existir una suerte de complot social, donde todos miran para otro lado, aún cuando admiten que “esto está mal”. Hasta se escuchó decir a un cliente que llegó en busca de vino a las 5 de la madrugada: “Yo no estoy bien, pero estos chiquitos ¿no deberían estar durmiendo a esta hora?”.

Resulta difícil creer pero efectivamente existe y funciona con éxito hace por lo menos tres años.

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