EN PRIMERA PERSONA

Neuquino peleó con osos en un iceberg en el Ártico

Darío Ramos es todo un aventurero y contó cómo fue el naufragio de su velero en las frías aguas del Altántico Norte. Su historia.
miércoles, 29 de abril de 2020 · 04:00

Del frio de la cordillera de los andes al extremo frio del Ártico. Darío Ramos nació y se crió en Carlos Tejedor, provincia de Buenos Aires, allí hizo el profesorado de Educación Física y luego se fue a vivir a la Patagonia. Artista plástico y amante de las aventuras, Ramos fue colimba e integró la Marina, navegó en el Crucero General Belgrano y desde ese entonces se enamoró de la náutica.

Padre de cinco hijos, Darío narró en primera persona lo que fue para él una de las experiencias “más terroríficas que pasé en mi vida”: sobrevivir en un icerberg con temperaturas extremas y con osos polares hambrientos a su alrededor.

Hoy, Darío vive en el paraje Toscas Blancas, a un kilómetro y medio de Junín de los Andes, en Neuquén. Tiene un camping a orillas del río Chimehuin.

Todo comenzó en San Martín de los Andes. Allí se hizo amigo de Pablo Saad, un mundista que conoce los mares más bravíos del planeta y le propuso hacer el Paso del Noroeste. “Mi idea romántica era ser parte de la tripulación para cruzar el Atlántico siendo el paso del Noroeste muy arriesgado. Una navegación muy larga de casi 3 meses” contó Ramos a AM550 y 24/7 Canal de Noticias.

Previo a iniciar lo que sería una experiencia inolvidable, Darío navegó junto a sus hijos por los mares de Escocia durante un mes. Luego los chicos regresaron a la Argentina y Darío y Pablo se prepararon para los tres meses de desafío.

La odisea comenzó en la ciudad escocesa donde zarparon a fines de junio de 2018. “Inicialmente la tripulación era de 4, y eso hubiese estado muy bien, pero Sonia Villani y Gustavo Brucki que tenían experiencia en el cruce del Atlántico, (y habían zarpado con ellos), dejaron la travesía en Nuuk, la capital de Groenlandia".

“De a dos fue más difícil hacer la guardia. Pasás noches durmiendo dos horas sí y dos horas no. Después de una semana, se hace muy duro. Porque cuando estás en un cruce en mar abierto, llegás a tener 3.500 metros de profundidad y no podés anclar en ningún lado. Tenés que avanzar”, recordó.

Después de ese último y tercer cruce, de Groenlandia a Canadá, amarraron en Pond Inlet, donde durmieron seis horas de corrido, justo antes de iniciar el Paso del Noroeste, dentro del Círculo Polar Ártico.

Tardaron 7 días en llegar de Pond Intel a Fort Ross. Allí solo había un refugio. Amarraron en un iceberg, cenaron y empezaron la guardia nocturna. Fue en la mañana del 28 de agosto cuando todo se complicó. “Tocaba el cambio de guardia y fui a despertar a Pablo cuando me asomé por el ojo de buey y vi venir un iceberg gigante a gran velocidad” recordó de aquella gélida madrugada.

Y siguió: “El hielo nos apretó como si fuéramos una latita. Ingresó mucha cantidad de agua y estábamos en problemas graves. Fue terrible. Se nos acababa el mundo”.  

Pese a que hicieron todos los esfuerzos para salvar al velero transoceánico Anahita (la diosa de las tempestades) el buque se hundió y ellos quedaron sobre un bloque de hielo donde pudieron navegar. Tres veces intentaron rescatarlos otros barcos, pero “no nos podían ayudar. Estaban a media milla de distancia” contó a más de un año y medio de lo ocurrido.

Solo tenían que esperar. La ayuda llegaría recién a las 4 de la tarde, pero para eso había que permanecer toda la noche de guardia venciendo el frío extremo y los osos polares hambrientos.

La ayuda llegó. Darío y Pablo fueron rescatados por un helicóptero que los trasladó al rompehielos Henry Larsen que los dejó en la Bahía Resolute, más cerca del Polo Norte, después de dos noches.  Allí descansaron. Pablo había conseguido un barco que se ofreció a llevarlos a tierra firme, pero Darío quería ver a sus hijos y quería regresar lo más rápido posible y eso sería en avión.

Fue así que Ramos pudo regresar a casa después de tomar 6 aviones y 3 colectivos y 12 noches de pesadillas y horas en vela. “La realidad supera la ficción muchas veces. Y eso lo sentimos en carne propia”, cerró.  

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