MAPUCHES Y POLÍTICA NACIONAL

El conflicto de Villa Mascardi es miserablemente político

Por derecha y por izquierda, el gobierno nacional recibe un aluvión de críticas. La situación se ha desmadrado por entrar en la exageración de la coyuntura electoral.
jueves, 6 de octubre de 2022 · 19:16

El gobierno nacional no ha podido eludir el conflicto ni los malos resultados inmediatos en la denominada “causa Mascardi”, que enfrenta presuntamente a la etnia mapuche con la diversidad angustiante de la sociedad argentina. Cuando la gestión de Alberto Fernández no actuó, pecó por esa inacción; y, cuando decidió actuar en función de la gravedad de los hechos (tras el ataque a gendarmes), pecó por esa acción y recibió furibundas críticas por derecha y por izquierda.

El momento actual es estrictamente político-electoral, y así debería contextualizarse también el inflado conflicto mapuche. Como en Argentina es difícil separar al gobierno de turno y sus responsabilidades de las decisiones judiciales, la deslucida gestión de Alberto Fernández carga en definitiva con todo, aún con el polémico traslado a Ezeiza de un grupo de mujeres detenidas en Villa Mascardi, con presunta responsabilidad en los hechos calificados como “terroristas”, con un entusiasmo digno de otras épocas.

El kirchnerismo se desangra en estas discusiones. Por un lado, no quiere pecar por ingenuo, pero por el otro, arrastra la culpa de tomar decisiones “de derecha”. A Aníbal Fernández le endilgaron un corrimiento al macrismo, que no existe, por el solo hecho de haber instalado un comando conjunto de fuerzas de seguridad en la atribulada villa de incendios frecuentes y violencia… todo a contramano de su historia idílica, impostada hasta la exasperación, en función de hacer buenos negocios con el turismo lírico, y excelentes negocios inmobiliarios.

Desde Juntos por el Cambio, se ha buscado potenciar al máximo los hechos desde una óptica política que señala una presunta indefensión ante también presuntos ataques a la soberanía nacional. Es una pintura muy gruesa, casi grotesca, en la que se advierte sobre el potencial separatista de la nación mapuche. En esta región de la Patagonia, pocos imaginan esa posibilidad, es casi una construcción mítica del nacionalismo más agreste, por no decir bruto.

En Neuquén, especialmente, se tienen sobrados ejemplos de cómo la integración es posible, la convivencia también, no solo por lo que históricamente se ha hecho (reconocimiento de las comunidades mapuches desde la década del ’60 del siglo pasado) sino porque se acostumbra a ser muy práctico: de esto hay sobradas muestras en Vaca Muerta, zona de intensa explotación petrolera que encaja a los mapuches en un programa no demasiado explícito, pero sí eficaz, para esquivar tentaciones extremas y violentas.

En definitiva, la mediatización del tema mapuche, tan distorsionada, le erra desde Buenos Aires en lo fundamental: es un tema político, en lo que hace al abordaje general, que le compete a la Justicia solo cuando se trasgreden las normas legales en vigencia. No hay aquí una conspiración internacional, solo hay contexto lógico, que combina desde lo electoral, en este presente, hasta la tremenda vigencia del narcotráfico, principal financiamiento para todas estas expresiones revestidas de causas nobles y pretendidamente justas.

Lo que menos necesita el conflicto en Villa Mascardi es ese permanente ensuciar la cancha desde las dos trincheras políticas en la que se divide actualmente la sociedad argentina, utilizando eslóganes y declaraciones generales que pretenden aplicarse a situaciones muy singulares. Desde este punto de vista, lo único que demuestra claramente Villa Mascardi es la tremenda miseria de la lucha política argentina, en la que cualquier fueguito sirve para armar una gran hoguera.

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