EL ESTADO HACIA ADENTRO
Se empieza a terminar la comida del chancho
La llegada del gobernador Rolando Figueroa impulsó un cambio de paradigma. Ayer se dieron pasos firmes, porque no fue uno, sino dos, los despedidos del Estado.Cuando uno se intoxica o se indigesta, suele comenzar un tratamiento de depuración en su organismo. Es una de las formas de volver a sentirse bien y recobrar todas las energías. Es un paralelismo muy básico que podemos hacer con el funcionamiento del Estado. Cuando en su interior hay elementos contaminados, enfermos, podridos, es muy difícil que marche sobre rieles.
El año pasado, cuando descubrimos que un narco condenado figuraba entre el personal recategorizado “a dedo” en el cuestionadísimo ministerio de Desarrollo Social, y que aún preso cobraba sueldo y conservaba su lugar, ya no nos quedaron dudas que ese “cuerpo estatal” estaba en terapia intensiva.
En aquella oportunidad, tratamos el tema mediante dos columnas en el programa Así Estamos, de Mitre Patagonia. Una de ellas fue titulada “la culpa no es del chancho”.
Decíamos en ese momento que extrañamente nadie se había percatado que el condenado, cumpliendo la pena en la U11, seguía siendo empleado del Estado y percibiendo salario.
Señalamos que, supuestamente, se le había iniciado un sumario para exonerarlo, pero que quedó en el camino y nadie pudo dar explicaciones.
Pero también dijimos, que aún habiéndose percatado alguien, una “sugerencia” habría obligado a hacer la vista gorda.
Hoy ya no nos quedan dudas.
Hablamos de Juan Carlos Santana, un mendocino que, arribado a Neuquén, rápidamente se convirtió en chofer de un ministerio y ayer fue dado de baja sin sumario, de la planta permanente de la administración pública.
En ese recorrido, llegó a una vivienda donde su custodia le advirtió que vivía un capo narco. Igual entró, estuvo media hora, salió y visitó a otros de igual calaña.
Gutiérrez alcanzó su objetivo, con votos de muchos sectores. Durante sus gestiones Santana fue juzgado, cumplió condena, mantuvo su puesto, cobró su sueldo, fue recategorizado, reincorporado una vez libre, y designado en la oficina de recursos humanos del ministerio de Desarrollo Social.
Paralelamente en Neuquén durante esos años, crecía de manera escandalosa el narcomenudeo con centenares de “kioscos” distribuídos por toda la ciudad, con escasa investigación, con una dirección de Antinarcóticos de la policía provincial prácticamente desmantelada, con ministerios de Seguridad casi inexistentes y nefastas gestiones. Parece que nada era casualidad.
La llegada del gobernador Rolando Figueroa impulsó un cambio de paradigma. Firmó convenio con la justicia para que el Ministerio Público Fiscal provincial comience a investigar el microtráfico, con otros ejes en la política de seguridad que se van encaminando, y con la prometida revisión del Estado hacia adentro,para que vuelva a gozar de buena salud.
Ayer se dieron pasos firmes, porque no fue uno, sino dos, los despedidos del Estado.
A Santana lo acompañó Julio Blanco, otro narco condenado por la justicia federal, que con total impunidad ocupaba un puesto, también casualmente en el ex ministerio de Desarrollo Social, donde varios de sus funcionarios esperan el juicio por la millonaria estafa con planes sociales.
Ninguno de los personajes mencionados cumplen con los requisitos mínimos para ser considerados servidores públicos, al que la comunidad les paga el sueldo. Por eso, mediante sendos Decretos, y sin derecho a reclamo, Figueroa los puso de patitas en la calle.
Ojalá estas decisiones de mano firme se sostengan en el tiempo, en cada ocasión que lo amerite. Única forma de re jerarquizar a un Estado cuestionado, que debe necesariamente responder a las expectativas de la sociedad que, con mucho sacrificio, lo sustenta. Con transparencia, idoneidad, ética y moral.
Y porque además, como simples ciudadanos, querríamos nunca más tener que aseverar “que la culpa no es del chancho, si no del que les da de comer".
Esperamos todos que nadie más esté dispuesto a darle de comer al chancho.