En la vorágine de los últimos días antes de las elecciones, Julieta Corroza llegó al estudio de República Neuquén del Grupo Prima Multimedios con la sonrisa amplia de siempre. “Mi primera reunión fue a las cinco de la mañana”, contó entre risas. Pero ni el cansancio ni la campaña lograron opacar el tono relajado de la charla. Más que hablar de propuestas o encuestas, la candidata a senadora por La Neuquinidad se permitió bajar un cambio y hablar de sí misma, de su historia y de cómo la vida la fue empujando hacia la política.
“Soy una chica de barrio de Plottier”, dice con orgullo. Allí nació, creció y sigue viviendo. “Me encanta mi ciudad, me encanta vivir cerca de mis viejos, que ya tienen 81 años. El domingo siempre se los dedico a ellos. Por más que me toque viajar, Neuquén es mi lugar en el mundo”, asegura.
Su relato se vuelve más íntimo cuando recuerda su maternidad temprana. “Fui mamá a los 22 años y me quedé sola con Joaquín cuando él era muy chiquito. Tuve que ser sostén de familia desde muy joven. Eso te cambia todo. Te da una fuerza que no sabés que tenías”, reflexiona. Hoy, su hijo tiene 27 años y es profesional. “Crecimos juntos. Ser mamá tan joven me ordenó la vida. Me hizo responsable, me dio un eje. Yo tenía una personita que dependía de mí, y eso me obligó a no rendirme nunca”.
Julieta empezó a trabajar a los 16 como cajera de supermercado. “Siempre quise tener mi plata, ser independiente”, recuerda. Esa cultura del esfuerzo, dice, la marcó. Y quizás por eso empatiza tanto con las mujeres que atraviesan momentos difíciles: “Cuando una mamá joven me cuenta su situación, yo sé perfectamente lo que siente. Lo viví. Por eso siempre pienso en cómo generar oportunidades para quienes la pelean desde abajo”.
“Hace más de 20 años empecé a trabajar con Rolo (Figueroa) como asistente. Yo no creía en la política. Le dije que no me interesaba, que no me parecía seria. Y él me respondió: ‘Probá. Vení a trabajar y después decidís’. Me quedé… y cambió mi vida para siempre”.
Su entrada al mundo político fue casi por casualidad. “Hace más de 20 años empecé a trabajar con Rolo (Figueroa) como asistente. Yo no creía en la política. Le dije que no me interesaba, que no me parecía seria. Y él me respondió: ‘Probá. Vení a trabajar y después decidís’. Me quedé… y cambió mi vida para siempre”, cuenta.
Desde entonces, su vínculo con Figueroa y con Juan Luis “Pepé” Ousset, el otro candidato a senador, se convirtió en una relación casi familiar. “Somos los tres mosqueteros, como nos dicen algunos. Pero más que compañeros de trabajo, somos familia”, dice.
Esa confianza también se nota en la manera de hablar: sin frases ensayadas ni slogans. “Yo me despierto todos los días sabiendo que di lo mejor. No tengo que prometer, porque puedo mostrar hechos. No palabras”, afirma con convicción.
Consultada sobre cómo se imagina el día después de las elecciones, responde sin titubear: “El 27 me voy a despertar muy feliz. Y no tiene que ver con el resultado electoral. Siento que ya gané mucho. Gané experiencia, equipo, gente nueva que conocí en cada rincón de la provincia. La campaña te hace crecer y también te enseña a ser más fuerte”. Corroza asegura que, gane o pierda, su compromiso con la provincia no cambia: “No pienso irme de Neuquén. Me tocará estar algunos días en Buenos Aires, pero mi vida está acá. La gente me lo pide todo el tiempo: ‘No te vayas, volvé’. Y les prometí que así será”.
“El 27 me voy a despertar muy feliz. Y no tiene que ver con el resultado electoral. Siento que ya gané mucho. Gané experiencia, equipo, gente nueva que conocí en cada rincón de la provincia. La campaña te hace crecer y también te enseña a ser más fuerte”.
Cuando habla de su hijo Joaquín, su voz se suaviza. “Somos muy compinches. Disfruto mucho tener un hijo joven siendo todavía joven yo también. Nos entendemos, compartimos, nos reímos. Y él me acompaña en todo”.
Esa complicidad se refleja también en cómo encara su vida: con humor, trabajo y energía. “Tengo muy buen humor. Puedo tener días difíciles, pero me gusta reírme, disfrutar. Me pone feliz salir a militar, escuchar a la gente, contar lo que hacemos. Eso te recarga el alma”.
“Todo lo que hice, lo hice con compromiso. Y cuando hacés las cosas desde el corazón, los caminos se abren solos”, concluye.