Río Negro suma un nuevo actor al tablero productivo. Y no es menor: una comunidad menonita adquirió más de 5.000 hectáreas en la zona de Negro Muerto, entre General Conesa y Choele Choel, con la idea de instalar una colonia agrícola y ganadera bajo riego. La noticia, presentada con entusiasmo por el gobierno provincial, marca el desembarco de un grupo que promete “trabajo familiar, sustentabilidad y vínculo directo con la tierra”.
Los menonitas no improvisan. Llegan después de cuatro años de negociaciones y visitas técnicas a la chacra experimental de Luis Beltrán, donde probaron la calidad del agua y los suelos. El plan se enmarca en la nueva estrategia oficial para desarrollar 60.000 hectáreas regables en el Valle Medio, con financiamiento internacional que podría superar los 80 millones de dólares.
Se estima que entre 30 y 50 familias de la colonia menonita se radicarán en esa zona del Norte patagónico para realizar actividades agropecuarias bajo riego.
El gobierno rionegrino celebra la llegada de los menonitas como un ejemplo de inversión y arraigo. No es para menos: se trata de una comunidad con fama de trabajadora y autogestionada, que en otras provincias, como La Pampa o Buenos Aires, transformó desiertos en huertas productivas. Pero también es cierto que su modelo de vida es cerrado, con reglas propias y escasa interacción social, algo que despierta dudas sobre su integración y sobre las condiciones laborales de quienes trabajen para ellos.
Negro Muerto se perfila así como la nueva frontera productiva de Río Negro. Un territorio de promesas y silencios, donde el agua vale más que el oro y donde cada hectárea cultivable es una disputa política. Los USD 80 millones en infraestructura no solo servirán para canalizar riego: también para regar ambiciones y alianzas.
Por ahora, el discurso oficial habla de “una etapa de transformación rural”, con palabras grandes y pocos detalles. Nadie explica, por ejemplo, cómo se repartirán los beneficios, si habrá controles ambientales o si se garantizará la participación de comunidades locales en el proceso.
Mientras tanto, la comunidad menonita afila sus arados y prepara su desembarco. Traen su idioma, su fe, su modelo productivo y su particular noción de progreso. Río Negro los recibe con los brazos abiertos. Falta ver si, cuando empiece a correr el agua del riego y a girar la maquinaria, el desarrollo también alcanzará a los que miran desde afuera del alambrado.