La tarde venía tranquila en Bariloche. Un poco de sol, bastante viento, algo de tránsito, turistas sacando fotos. Todo normal, hasta que alguien avisó que había un jabalí suelto por Bustillo. No era una metáfora, era literal. Un jabalí, o eso parecía, caminaba por la ruta como si fuera parte del paisaje.
La escena se volvió más extraña cuando se supo que no era un adulto, sino una cría. Un jabato, pequeño, y con más actitud que miedo, terminó refugiado debajo de un deck, como si supiera que ahí nadie lo iba a molestar. Pero lo más inquietante no era el animalito, era la pregunta que nadie quería hacerse: ¿y si la madre está cerca?
Nadie sabe cómo llegó hasta ahí. Las teorías son muchas: que se le escapó a alguien, que lo trajeron en un vehículo, o la más temida que la madre y sus hermanitos estén explorando la zona como si fuera su nuevo hábitat.
El pequeño fue rescatado y entregado a las autoridades del Parque Municipal. Ellos explicaron que los jabatos nacen con rayas y con el paso de los meses, estas rayas desaparecen y, de manera simultánea, el pelaje del animal se va oscureciendo. Así, al cumplir un año, el pelo del jabato es rojizo y finalmente se torna negro.
Si bien este parecía más perdido que peligroso, su sola presencia en una zona urbana ya es motivo de alerta. Porque donde hay uno, puede haber más. Y donde hay más, puede haber problemas. El episodio dejó una mezcla de sensaciones: sorpresa, ternura, preocupación. Algunos vecinos pedían que no lo sacrifiquen. Otros preguntaban si era legal tener uno en casa. Pero lo cierto es que el jabato fue puesto a resguardo y su destino está en manos de las autoridades.