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Jueves 27 de Noviembre, Neuquén, Argentina
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Convirtió un potrero en un refugio y regala días sin drogas ni violencia a los pibes del oeste

Hace más de 20 años, Ariel “Cuca” Aila decidió cambiar su propia historia para cambiar la de otros. Desde la organización Un Día Diferente, transformó un baldío en un espacio deportivo y social que hoy contiene a cientos de chicos, jóvenes y adultos del oeste neuquino.

Jueves, 27 de noviembre de 2025 a las 15:01
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Ariel “Cuca” Aila mira la cancha de Novella y Necochea en el oeste de la ciudad de Neuquén como se mira una obra propia, pero también como se mira un acto de fe. Allí donde hoy hay césped sintético, luminarias, redes, banderas y partidos hasta la medianoche, hace dos décadas solo había "un peladero de escombros, jeringas y vidrios". Fue el primer lugar donde imaginó Un Día Diferente: un día sin alcohol, sin drogas y sin violencia para los pibes del oeste.

“Fue un laburo de hormiga”, recuerda en diálogo con el programa Entretiempo por AM550. “Nadie creía en nosotros. Éramos todos de pelo largo, nos veían llegar en bicicleta, con una pelota, y pensaban cualquier cosa. Las viejas escondían las carteras”. Pero Aila insistió. Iba esquina por esquina, hablando con los jóvenes que, como él en su adolescencia, estaban atrapados en consumos y problemas con la ley. “Lo único que hicimos fue escucharlos”, dice. “Qué querían, qué necesitaban. Ahí empezó todo”.

 

De sobrevivir en la calle a sostener a cientos

Nacido en 1976 y criado en Confluencia, “Cuca” evita recrearse en su propio pasado, aunque sabe que es parte de su autoridad hoy. "Cuando elegís mal el camino, sabés que eso trae consecuencias", dice. Consumió de muy joven, vivió en la calle, y finalmente pudo salir. Esa experiencia, cruda pero clave, lo convirtió con el tiempo en referente para los chicos del oeste.

Cuando el fútbol salva: el proyecto de Aila que cambió el oeste neuquino.

“Muchos venían porque les decían: ‘Andá a hablar con Cuca’. Pero yo no podía ayudar si no venían. Esa decisión tiene que ser de ellos”. Por eso, hace unos años, creó el Dispositivo de Adicciones de Un Día Diferente, “la pata que nos faltaba”, con psicólogos, asistentes sociales y operadores. Desde entonces, reciben todos los días llamados de padres desesperados.

“Hoy el problema no es solo el pibe que consume. Es la familia entera: la mamá, el papá, la despensa a la que van a pedir fiado. Y encima ahora el paco está en todos lados”.

 

El fútbol como excusa para cambiar códigos

Para Aila, el fútbol nunca fue un fin: fue la excusa perfecta. “El fútbol mueve pasiones”, afirma. “A partir de ahí trabajamos valores, el respeto, las reglas, normas de convivencia. Era necesario recuperar códigos que ya no existen”.

Al principio, el torneo era exclusivamente para chicos que delinquían o consumían. “El que iba a la iglesia no entraba, el cheto tampoco. Era un torneo para ellos, para los que nadie miraba”. Con el tiempo, y con reglas cada vez más estrictas contra la violencia, el proyecto se abrió a toda la comunidad.

Hoy participan más de 70 equipos de inferiores, entre 5 y 18 años, y unos 20 equipos libres de jóvenes y adultos. Los partidos empiezan un viernes y terminan un domingo por la noche. Durante el fin de semana, por Novella y Necochea pasan cientos de chicos con sus camisetas, sus botines y sus sueños.

 

Las noches de Copa Libertadores… del Oeste

En 2012, cuando la noche en el oeste estaba tomada por el consumo, Aila inventó una postal que hoy es parte de la identidad del barrio: la Copa Libertadores del Oeste. Más tarde sumó la Champions League del Oeste, la Copa Argentina Gonzalo Riquelme y otras competencias que imitan el fútbol grande, pero que tienen un objetivo mucho más profundo: ofrecer un espacio seguro.

“Era buscar una excusa para que no estuvieran en la calle”, explica. “Compramos una copa réplica, un fulvito mejor, porque antes teníamos dos pelotas: inflábamos una mientras usábamos la otra, e íbamos corriendo a buscarla porque se la llevaba el viento”. Hoy esas noches son un clásico del barrio.

El comedor y el día que todo cambió

En 2005, cuando apenas eran seis u ocho equipos, nació el comedor nocturno. Hoy alimenta a unas 70 personas.  Aila insiste en que el objetivo más profundo de su tarea es fortalecer los vínculos: “Si el pibe está aferrado a la familia, es más difícil que caiga”.

 

El sueño que sigue

Hoy, Un Día Diferente concentra deporte, prevención, asistencia, contención y educación comunitaria. Organiza mundialitos, recibe a cientos de familias cada fin de semana y sostiene un trabajo territorial que pocas instituciones logran.

Aila no se adjudica el mérito. Agradece a los delegados, a los dirigentes, a los voluntarios y, sobre todo, a su familia. “La familia es un soporte importante. Y queremos que estos pibes estén aferrados a la suya”.

Veinte años después, aquel muchacho de pelo largo que recorría el oeste en bicicleta con una pelota bajo el brazo convirtió un potrero en un refugio. “Construimos un sueño”, dice. Y el sueño sigue cada vez que un pibe cruza la cancha para vivir, aunque sea por un rato, un día diferente.

 

 

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