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Martes 25 de Noviembre, Neuquén, Argentina
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Maradona eterno: el capitán que sigue guiando nuestros días más felices

Diego Maradona sigue presente en cada abrazo futbolero, en cada festejo colectivo y en cada memoria que encuentra en él un faro emocional. El Diez continúa guiando, uniendo y emocionando a un país –y a un mundo– que lo hizo leyenda.

Martes, 25 de noviembre de 2025 a las 02:16
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El 25 de noviembre vuelve a clavarse como una fecha que detiene el pulso. Pasaron cinco años desde aquel mediodía de 2020 en el que la noticia más temida se hizo real y, sin embargo, el vacío que dejó Diego Armando Maradona parece seguir habitado por su propia sombra luminosa.

Físicamente ausente, espiritualmente invencible.

Así es como se lo recuerda, así es como se lo siente: vivo en cada rincón donde haya una pelota, un mural, un gesto de rebeldía, un momento de felicidad compartida.

Porque si algo dejó claro el tiempo es que Maradona no necesita biografías: su historia se aprendió como se aprende una oración, se transmitió como un mito y se guardó como un talismán.

Lo que hoy duele no es su adiós, sino la certeza de que ningún otro llenará el espacio que él dejó en la cultura popular, en el folklore del fútbol y en la memoria colectiva de varias generaciones.

El ejercicio, a cinco años de su partida, ya no es enumerar goles, títulos o jugadas imposibles. Es volver a sentir. Evocar ese estremecimiento que provocaba cuando, en un segundo, hacía posible lo imposible.

Recordar ese modo único de representarnos, de desafiarnos, de unirnos más allá de la camiseta.

La Selección Argentina, en estos cinco años, le devolvió parte de lo que él dio: dos Copas América, una Finalissima y el Mundial de Qatar 2022 que pareció escrito para saldar una deuda emocional. Cada grito, cada festejo, cada lágrima tuvo algo de ofrenda. Como si la patria futbolera, agradecida, le devolviera una parte de su eternidad.

Pero su legado también vive lejos de nuestro suelo. Nápoles lo convirtió en mito, y desde hace décadas lo honra como un santo pagano. El renombrado estadio, las calles pintadas con su rostro, los Scudettos recientes: cada triunfo es un guiño hacia ese argentino que les devolvió el orgullo y la dignidad frente a toda Italia.

Sin embargo, mientras el mundo celebra al genio, la esfera terrenal sigue lidiando con la sombra de su partida. La causa judicial avanza entre tropiezos y polémicas, como si incluso después de muerto Diego siguiera generando tempestades. Pero el pueblo –siempre fiel– prefiere aferrarse a su mística antes que a los expedientes.

Porque Maradona encarnó aquello que no cabe en un expediente: el potrero como escuela, la gambeta como poesía, el error como parte de la humanidad y la gloria como un relámpago irrepetible.

Su figura, como escribió el escritor uruguayo Eduardo Galeano, combinó lo divino con lo más terrenal. Aciertos que aún erizan la piel. Equivocaciones que nunca lograron manchar la pelota. Su vida fue una obra turbulenta y luminosa, tan compleja como irresistible. Y aun así –o quizá por eso mismo– su nombre sigue siendo el gran punto de encuentro de la identidad argentina.

Cada mural, cada canción, cada conversación que inevitablemente termina hablando del Diez confirma lo mismo: Maradona está. En el recuerdo de Fiorito, en el eco del Estadio Azteca, en una plaza siria pintada con su figura, en el sueño intacto de cada pibe que todavía quiere ser como él.

Como escribí alguna vez: fue el capitán de nuestros días más felices. El que cumplió sueños ajenos, el que cargó ilusiones propias y colectivas, el que logró que una pelota fuese, durante unos segundos, el lenguaje universal de la alegría.

Cinco años después, Maradona no es un aniversario. Es una presencia. Una memoria viva. Una emoción que vuelve incluso cuando no se la llama. Un legado que el tiempo no desgasta.

Diego sigue ahí: gambeteando la rutina, guiando celebraciones, alumbrando nostalgias.

Eterno. Inolvidable. Nuestro para siempre.

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