En Arroyo Las Minas, el paisaje es bello pero bravo. Allí donde la vida rural es puro esfuerzo y el invierno muerde fuerte, cruzar un río puede ser la diferencia entre seguir adelante o quedar a la buena de Dios. Por eso, la inauguración de la nueva pasarela se sintió como un festejo a lo grande para más de 30 familias que, por fin, pueden volver a llevar sus animales sin jugarse la vida en cada paso.
Hasta hace nada, la única opción era un viejo puente colgante, armado hace más de un siglo. Oxidado, reventado por las heladas, bamboleándose como si fuese a caer en cualquier momento. Los vecinos lo cruzaban con el corazón en la boca. Cuando el agua crecía o la nieve tapaba todo, quedaban del otro lado del mundo: sin escuela, sin servicios, sin trabajo.
Pero hoy, todo cambió, el Departamento Provincial de Aguas plantó una obra que se ve y se siente: una pasarela suspendida de 65 metros de largo por 1,10 de ancho, hecha con materiales de alta resistencia y una inversión que rozó los 270 millones de pesos. Una estructura firme, de esas que aguantan el viento, el agua, el frío y la confianza de la gente.
“Estas son las obras que solo puede hacer un Estado presente y comprometido con cada rionegrino”, dijo el gobernador Weretilneck, con la cordillera de fondo y los crianceros escuchando atentos. “No importa dónde vivan: todos merecen oportunidades”, remató, mientras los animales aguardaban su turno para pasar.
El intendente de Ñorquinco, Miguel Cuminao, lo dejó aún más claro: “En invierno esto es un infierno. Esta pasarela es seguridad, integración y dignidad”. Porque acá no se habla en difícil: si la familia no puede cruzar, no hay tambo, no hay clase, no hay comunidad.
La Región Sur celebró como si hubiese llegado el tren otra vez. Porque cuando la vida depende de un puente, que vuelva a haber uno sólido no es una obra más: es la señal de que el arraigo rural todavía tiene futuro. Y que en Arroyo Las Minas, los rebaños vuelven a cruzar sin miedo.