El Alto Valle volvió a convertirse en la capital nacional del brindis. Con Turf en un show electrizante que hizo saltar a todos, anoche se bajó el telón de una nueva edición de la Fiesta de la Sidra en Roca, que ya se instaló como una marca registrada en la región.
La ciudad vivió un fin de semana donde la sidra fue protagonista absoluta: degustaciones, food trucks, música en vivo y esa vibra de festejo que hace que la manzana del valle se sienta más poderosa que nunca. Pero detrás de los aplausos y el pogo, esta edición dejó un mensaje claro: la sidra quiere ir por mucho más.
El Alto Valle ya juega en las grandes ligas, los números hablan solos, 95% de la sidra del país nace en esta tierra y el Alto Valle es quinto productor mundial.
Una potencia que todavía tiene margen para crecer. Cada edición del festival impulsa a la sidra hacia el mercado joven, turístico y premium. Nuevas etiquetas, variedades de pera y manzana, menos azúcar, más tendencia. La bebida que durante años fue sinónimo de brindis navideño se reposiciona y pelea un lugar entre cervezas, gins y vermuts.
Este año la fiesta puso el foco en algo que hace tiempo se pide en la región: valor agregado para la producción. Se habló de negocios, exportaciones, nuevos mercados y una cadena que quiere despegar de una vez por todas.
La gran apuesta pasó por darle utilidad al orujo, ese residuo que siempre fue un dolor de cabeza para las sidreras. Ahora, convertido en harina, empieza a ser la estrella de la economía circular: nutritivo, versátil y con futuro asegurado.
El trabajo conjunto con universidades y organismos técnicos también marcó presencia: marca, identidad patagónica y profesionalización en cada emprendimiento.
Todo pensado para que la sidra no solo se produzca: se venda, se posicione y se exporte.