Una médica que viajaba como pasajera en un colectivo de la empresa Ko-Ko sufrió lesiones tan graves durante un accidente en la Ruta Nacional 22 que no podrá volver a ejercer su profesión. La Justicia la respaldó con una millonaria indemnización y dejó un mensaje claro: las empresas de transporte deben hacerse cargo de los riesgos de su actividad, incluso cuando culpan al mal estado de las rutas.
El hecho ocurrió en el trayecto entre Cipolletti y General Roca, cuando el micro —que transportaba a unas 80 personas— reventó un neumático delantero, se desvió de la calzada, cruzó la banquina y terminó volcado dentro de un desagüe. Veintiún personas debieron ser hospitalizadas, y dos de ellas, incluida la médica, resultaron con heridas graves.
La víctima, que sufrió una fractura de codo, cortes en el rostro y contusiones múltiples, llevó el caso a la Justicia tras quedar con una incapacidad permanente en el brazo izquierdo, pérdida de movilidad y dolor crónico. El fallo reconoció además el daño moral sufrido, aunque desestimó el daño psíquico como un rubro independiente.
Se quisieron lavar las manos
La empresa intentó deslindar su responsabilidad, argumentando que el accidente se debió a un hecho fortuito vinculado al mal estado de la ruta y la falta de señalización. Pero la jueza fue contundente: descartó esa defensa por falta de pruebas y recordó que, en casos como estos, se aplica el principio de responsabilidad objetiva. Es decir, Ko-Ko debía responder sin que la víctima tuviera que probar culpa alguna.
La sentencia también obliga a la aseguradora contratada por la firma a cubrir el pago de la indemnización, en línea con lo establecido por la póliza vigente. Además, si bien se reconocieron los gastos médicos, el tribunal no dio lugar al reclamo por pertenencias dañadas por falta de acreditación.
Este caso no solo expone la fragilidad del sistema de transporte interurbano, sino también la necesidad de que las empresas asuman el deber de seguridad que les corresponde. Para la médica, las heridas no fueron solo físicas: perdió su herramienta de trabajo, su rutina y su proyecto de vida. Ahora, al menos, tendrá un resarcimiento económico, aunque la verdadera reparación parezca imposible.