Hasta ahora, la corrupción había sido tema de los gobiernos anteriores. El gobierno de Javier Milei transitó con cierta comodidad en ese rubro, afirmado en la condena contra Cristina Kirchner, y en la generosa cantidad de casos en marcha, en la Justicia, con fundamento en hechos delictivos protagonizados por la política durante el kirchnerismo. Focalizando en la economía, consiguió logros en el freno a la inflación, y eso parecía suficiente. Pero, en estos últimos días, una astilla se le clavó en el costado. Una astilla incómoda, que puso en el plano de la indecencia nada menos que a la hermana del presidente, Karina Milei, y, con ella, al gobierno entero en un lugar muy incómodo, justo cuando la palabra "corrupción" comenzó a asomar en las encuestas como una de las principales preocupaciones de la sociedad argentina.
Así, el escenario nacional se modificó, y los Milei fueron arrastrados hacia un rincón en el que no quiere nadie estar. Las críticas llovieron, tras el caso Libra y el más reciente de las presuntas coimas en compras de medicamentos. No fueron solo acideces kirchneristas, previsibles, sino de otros referentes del campo político, incluso cercanos al gobierno y al liberalismo anti-populista. La nueva obra de teatro de la campaña electoral, con razón o sin ella (se sabe que no importa demasiado) acaparó la atención masiva, y, ciertamente, ya nadie sabe con certeza en quién creer, justo cuando la fe es más necesaria que nunca, porque llega la hora en que hay que votar.
De esta singularidad del nuevo y provisorio escenario de la política, nadie podrá apartarse. También influirá en Neuquén, provincia en la que también se habla de la corrupción, y que tiene un juicio oral y público en marcha en el que se está juzgando el desempeño de funcionarios del último gobierno del MPN, el que protagonizó Omar Gutiérrez.
La ola avanza sobre la playa, incontenible, como un tsunami que se torna difícil de manejar, tanto para quienes se defienden como para quienes atacan. Y, como buena parte de la realidad se digiere a través del maloliente intestino de las redes digitales, la cancha se embarra para todos. El partido, pues, puede muy bien terminar con aquel verso de Discepolín dedicado al siglo XX, "y en el mismo lodo todos manoseaos". Puede ser, si la política no encuentra actitudes claras, más que explicaciones confusas. El gobierno de Milei, por ahora, no las encuentra, y esto, en Neuquén, no es una buena noticia para Nadia Márquez y sus candidatos.
La economía, por otra parte, no parece ser suficientemente convincente en este tramo decisivo del año. Las tensiones políticas condicionan todo el tiempo los vaivenes del mercado; y, como esa política se expresó en niveles contrarios al gobierno nacional de manera bastante contundente en un Congreso que hasta ahora no había sido determinante, hubo también un retoque de escenario en este rubro, pues, por ejemplo, al gobierno de Milei le es muy difícil justificar por qué el ajuste debe ser impiadoso también para los jubilados. Para colmo, la impudicia del salario de más de 10 millones de pesos por mes para los senadores cae como la frutilla de un gran postre de crema ya podrida, con mal olor, desagradable.
Por lo pronto, ya no es tan seguro que la estrategia de "nacionalizar" al extremo las elecciones de octubre sea tan beneficioso para La Libertad Avanza. Los Milei están ante una seria disyuntiva, la de recuperar una imagen que está, de pronto, socavada. Una vez más, lo sublime está a un solo paso de lo ridículo.