Sábado a la tarde, calles casi desiertas en un pueblo que no llega a los 11.000 habitantes. El silencio típico de Luis Beltrán fue interrumpido por el crujido de plásticos y metales en la esquina de Sargento Cabral y 25 de Mayo: dos motos, conducidas por parientes, chocaron de frente mientras circulaban por el casco urbano.
Uno de los vehículos era una Honda 125 cc, manejada por un joven de 26 años. El otro, una Motomel S2 150 cc, conducida por un adolescente de apenas 16. No hubo terceros involucrados. Al principio, el episodio no pareció grave: ambos aseguraron sentirse bien, y la madre del menor incluso señaló que resolverían los daños “entre ellos”, apelando al vínculo familiar.
Pero las consecuencias tardaron en aparecer. Horas más tarde, los dos protagonistas terminaron en el hospital local. El menor fue el primero en ingresar por sus propios medios: lo revisaron por un golpe en la cabeza, descartaron lesiones óseas, pero se detectó una afectación muscular en la pierna derecha. El joven de 26, por su parte, acudió luego con un dolor persistente en la cabeza y quedó en observación médica hasta el domingo por la mañana.
El accidente, que al principio parecía anecdótico, reavivó las discusiones sobre la circulación en moto en zonas urbanas sin controles estrictos, especialmente entre menores de edad. Aunque el caso se mantuvo en el ámbito privado, la intervención médica posterior podría dar lugar a nuevas actuaciones si se confirman lesiones con secuelas.