En 1982, cuando la Guerra de Malvinas conmovía a la Argentina, en una escuela de Neuquén una maestra les propuso a sus alumnos escribir cartas para los soldados. Eran tiempos en los que los chicos repetían las consignas patrióticas que circulaban en medio de la dictadura militar. Una de esas alumnas, Jorgelina Salman, entonces de 11 años, tomó su hoja, su birome y volcó allí frases que aún resuenan: “El pueblo unido jamás será vencido” y “Viva la soberanía nacional”.
Cuarenta y dos años después, esa carta volvió a su vida de un modo inesperado.
A miles de kilómetros, en las islas, Mario Ottonelli , un soldado de 19 años, recibió ese mensaje. En medio del frío, el hambre y el miedo, la carta de la niña neuquina fue un refugio. La leía una y otra vez cuando sentía que no podía más. La guardó como un amuleto y, al regresar, fue su madre quien se encargó de preservarla dentro de una caja. Cuando ella falleció, el propio Mario tomó la posta de conservarla como uno de sus objetos más valiosos.
“Me sorprendió mucho enterarme de que él la había guardado todo este tiempo. Yo ni siquiera recordaba lo que había escrito”, confesó Jorgelina en diálogo con Mejor Informado.
Un reencuentro que emociona
El milagro ocurrió hace un par de años, gracias a las redes sociales. La esposa de Mario, a través de un contacto fortuito, dio con Jorgelina y le contó que aquella carta había marcado a su marido. “Me dijo que siempre volvía a leerla, que lo ayudaba cuando estaba mal. Fue muy fuerte para mí, porque yo tenía 11 años cuando la escribí, y no sabía si alguna vez iba a llegar a alguien”, relató.
El primer encuentro fue virtual. A través de una videollamada, Mario escuchó la voz de la mujer que de niña le había escrito. Cuando Jorgelina le reveló que era ella la autora de la carta que lo había acompañado en Malvinas, él no pudo contener el llanto. “Se largó a llorar. Fue muy emocionante. En ese momento me di cuenta de lo importante que había sido para él”, recordó.
Un puente que resiste al tiempo
Hoy, Jorgelina tiene 54 años y Mario 63. Se comunican cada tanto y sueñan con concretar un encuentro en persona que todavía está pendiente. “Lo más importante ya ocurrió: saber que esa carta llegó, que le sirvió, que lo sostuvo en la guerra y que después de 42 años sigue siendo parte de su vida”, reflexionó Jorgelina.
La historia condensa la inocencia de una niña, la crudeza de una guerra y la resiliencia de un hombre marcado por esa experiencia. Una hoja escrita en Neuquén que viajó a Malvinas, que se convirtió en compañía para un conscripto y que hoy, amarillenta por el paso del tiempo, sigue uniendo vidas.
El valor de la memoria
Más allá de la anécdota personal, el relato deja entrever una de las heridas más profundas de Malvinas: la soledad y el silencio con el que los excombatientes debieron enfrentar la posguerra. “Las cartas eran un sostén enorme. Lo ayudó en ese momento y también después”, contó la esposa de Mario.
Ese papel escolar, escrito con letra apurada en un pupitre de séptimo grado, se transformó en un puente de memoria y afecto, un recordatorio de que incluso en los momentos más oscuros, unas simples palabras pueden sostener una vida.