¿Quiere recibir notificaciones de alertas?

Lunes 15 de Septiembre, Neuquén, Argentina
Logo Am2022

Separarse sin odiar al otro: el desafío que plantea Luciano Lutereau en su nuevo libro

El psicoanalista y escritor Luciano Lutereau presentó su nuevo libro Cada vez que decimos adiós, donde analiza cómo vivimos las despedidas, los duelos y las separaciones en un mundo que ya no sabe elaborar la pérdida.

Lunes, 15 de septiembre de 2025 a las 12:31
PUBLICIDAD
En su nuevo libro, Lutereau habla del dolor de separarnos.

En un mundo acelerado, marcado por la pandemia y por vínculos cada vez más frágiles, ¿por qué se nos hace tan cuesta arriba decir adiós? Esa es la pregunta que atraviesa el nuevo libro del psicoanalista y escritor Luciano Lutereau, Cada vez que decimos adiós, una obra que pone el foco en la dificultad actual para enfrentar pérdidas, separaciones y rupturas amorosas.

“Creo que en el mundo post pandémico nos tocó encontrarnos con muchas pérdidas, con tener que repensar lo que fue también esa pérdida de mundo. Lo que constatamos en la práctica terapéutica es que nos cuesta despedirnos, nos cuesta dejar ir”, reflexiona Lutereau en diálogo con 24/7 Canal de Noticias, minutos antes de la presentación de su obra en la Feria Internacional del Libro de Neuquén.

 

La pandemia como quiebre social y emocional

El autor reconoce que la pandemia fue un disparador inevitable: “Mucha gente no pudo despedirse de sus seres queridos por las restricciones sanitarias, y eso dejó una marca. Ese síntoma social mostró que no solo en las muertes, sino también en otras situaciones, nos cuesta mucho elaborar las despedidas”.

El libro explora cómo la falta de rituales de despedida profundiza el dolor. “Los rituales de despedida son instancias simbólicas que nos ayudan a dejar ir: desde los funerarios hasta el momento de una jubilación, donde uno se prepara para soltar un lugar que habitó durante años. Pensar la vida en función de su finitud es un ejercicio necesario, porque los ciclos se terminan”, sostiene el psicoanalista.

 

El dolor de separarse (y la tentación de demonizar al otro)

Uno de los núcleos más fuertes del libro está puesto en las rupturas amorosas. Lutereau advierte que en nuestra época parece imposible separarse sin convertir al otro en “el malo de la película”:
“Nos cuesta separarnos bien, sin caer en la necesidad de postrar todo lo humano del otro. Es como si necesitáramos una versión maligna para justificar la ruptura. El libro propone estrategias para estos tiempos en los que hacer un duelo se volvió muy doloroso”.

¿Por qué sucede esto? “Porque llegados a cierto punto, nuestros vínculos afectivos se sostienen más en la seguridad que en el amor. Muchas veces lo doloroso no es aceptar que el otro dejó de amarnos, sino reconocer que uno mismo se fue desentendiendo del vínculo antes de que llegara al final”, explica.

En la práctica clínica, este proceso suele dejar un sabor amargo: “Lo que aparece es un autorreproche encubierto: no cuidé la pareja, no aproveché el crecimiento de mis hijos, di cosas por sentadas. Esa constatación es muy dura, pero también es una oportunidad de aprendizaje”.

 

Los niños y la lección del adiós

Paradójicamente, los más chicos parecen tener más facilidad que los adultos para enfrentar las pérdidas. “Los niños se despiden de muchas cosas en su crecimiento: dejan el pañal, el chupete, los juegos, y lo hacen con la alegría de crecer. En cambio, los adultos solemos resistirnos, porque decir adiós es reconocer la finitud y la incertidumbre de lo que viene después”, señala Lutereau.

El contraste es evidente: mientras que un niño experimenta la pérdida como parte del desarrollo, un adulto tiende a vivirla como privación. “Lo que importa es recuperar la noción de crecimiento que hay en la despedida, reconciliarnos con la pérdida para que no sea solo melancolía”, agrega.

 

Una esperanza en medio del dolor

Más allá del análisis, Lutereau insiste en transmitir un mensaje esperanzador: “Aunque las despedidas sean dolorosas, si nos tomamos el trabajo de reconciliarnos con lo que perdemos sin darnos por perdidos a nosotros mismos, aparece la posibilidad de crecer. No siempre lo que perdemos significa que nos perdemos nosotros. En esa distinción está la capacidad de un nuevo comienzo”.

El autor incluso se apoya en la música para sintetizar su propuesta: “Como dice la canción de Cerati, del mismo dolor vendrá un nuevo amanecer. Yo confío en ese amanecer”.

Con Cada vez que decimos adiós, Lutereau invita a reflexionar sobre algo que tarde o temprano todos atravesamos: el final de los ciclos. La clave, dice, no está en evitar la despedida, sino en aprender a darle un sentido.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD