En el sur de Río Negro volvió a encenderse el alarma ambiental: Huasi un cóndor andino liberado en 2022, fue encontrado muerto tras ingerir un cebo envenenado. Su muerte fue igual que la de Yastay, su compañero en aquella liberación y también de final en la zona de El Caín. Los análisis toxicológicos confirmaron la presencia de carbofurano, un agroquímico prohibido desde 2018. Los casos ponen en evidencia la vulnerabilidad de estas aves, la persistente circulación de venenos ilegales en la región y la utilización para combatir a los pumas y zorros.
Huasi fue hallado muerto recientemente, mientras que Yastay sufrió el mismo destino en 2021, en el mismo sector rural. Ambos ejemplares compartían historia y destino: liberados en planes emblemáticos de protección de la especie, monitoreados por el Programa Conservación Cóndor Andino (PCCA) y la Fundación Bioandina, se convirtieron en símbolos de los esfuerzos de conservación, y ahora son también el reflejo de la amenaza que persiste.
El hallazgo de Huasi activó de inmediato la intervención de Senasa, el Ministerio de Ambiente de Río Negro, el Consejo Federal de Medio Ambiente y la Unidad Fiscal para la Investigación de Delitos contra el Medio Ambiente (UFIMA). Por su parte, Yastay había marcado un precedente hace cuatro años, cuando un allanamiento en un campo de El Caín permitió encontrar el bidón con Furafam 48, la presentación comercial de carbofurano que terminó con su vida.
Las organizaciones ambientalistas no tardaron en manifestarse. La Fundación Bioandina y el PCCA reiteraron recomendaciones para evitar nuevos envenenamientos: no usar cebos tóxicos en zonas rurales, denunciar cualquier sospecha y apoyar los proyectos de conservación de la fauna autóctona. Además, reclamaron medidas legales más severas, desde la trazabilidad y control de agroquímicos hasta reformas al Código Penal que castiguen con firmeza los delitos ambientales.
Rol del cóndor andino en el ecosistema
“Son aves carroñeras que limpian el entorno al consumir animales muertos, previniendo la propagación de enfermedades y manteniendo los ecosistemas saludables”, subrayan desde el PCCA. La muerte de Huasi y Yastay no solo representa la pérdida de dos ejemplares, sino también un golpe directo a la biodiversidad regional y a los programas de conservación que buscan restaurar poblaciones críticas de cóndores en Argentina.
El caso reabre la discusión sobre la persistencia de prácticas ilegales en la región y la necesidad de acciones concretas y urgentes: controles más estrictos sobre agroquímicos, educación rural y sanciones efectivas que frenen el uso de venenos prohibidos. Mientras tanto, en El Caín y la meseta de Somuncurá, los ecosistemas sienten la ausencia de Huasi y Yastay, cuyos cuerpos recuerdan que la conservación requiere vigilancia constante y compromiso real.