Cuatro años atrás Ramiro Gutiérrez salió de una fiesta y creyó divertido atropellar a Facundo Castillo de 29 años solo porque si. Lo buscaría con saña, hasta agarrarlo con su lujosa camioneta BMW y pasaría por encima de él varias veces, arrastrándolo al menos diez metros bajo las ruedas del vehículo hasta dejarlo sin vida.
Después viajaría hasta Roca para esconderse y hacer limpiar su camioneta de pruebas hasta darse cuenta, días después, que no podría seguir escapando. Entonces, recién ahí, se entregó a la policía. Hoy quiere salidas transitorias para ir a la Universidad, algo que Castillo jamás podrá.
El asesino, perteneciente a la comunidad gitana, fue condenado a solo 12 años de prisión y ahora alegando su derecho al estudio solicita poder salir en una audiencia que se llevará a cabo este jueves 27 de marzo. Mientras tanto, desde la familia de la víctima creen que es solo una estrategia para escaparse o pasar tiempo fuera de la cárcel. Tiempo que creen que no merece.
En aquella oportunidad, grabada para siempre en la memoria de la familia dela víctima desde aquel 19 de diciembre de 2021, el zíngaro salió de la fiesta ostentando su camioneta y se mandó en contramano para evitar el tráfico. Sin importarle la gente el hombre pasó cerca de un grupo de chicas y llegó a golpear levemente a una de ellas. En ese instante el grupo que se encontraba allí le recriminó el accionar y Gutiérrez no se lo tomó bien. Junto a su grupo de amigos bajaron del vehículo a pelear con los presentes, aunque la pelea se dispersó rápidamente.
Impunidad al volante
Cuando parecía que todo terminaba, el hombre regresó sobre la marcha y encaró de lleno al grupo con el que había tenido conflicto. Aunque algunos alcanzaron a esquivar su lujosa camioneta, no fue el caso de Castillo que resultó impactado y arrastrado unos diez metros. Sin conformarse con la situación el gitano hizo marcha atrás y volvió a pasar por encima del joven de 29 años.
Se desconoce si estaba drogado o alcoholizado. Y aunque se presuma que sí, su escape hizo que no se puedan hacer los testeos correspondientes a la presencia de sustancias en sangre en dicho momento. Como sea, no hay droga que justifique esa violencia, que es más propia de Castillo que del estupefaciente en sí.
Ahora la defensa del condenado le exige a la Justicia que se cumpla el derecho al estudio de Facundo Castillo. Desde la familia y amigos de la víctima creen que eso es solo posible por el alto status económico y social con el que cuenta la familia gitana en la ciudad de Neuquén y están convencidos de que es una estrategia para escaparse o pasar tiempo fuera de la cárcel.
¿Es acaso el destino de un niño malcriado por el dinero y la impunidad del poder político el de convertirse en un hombre despiadado y asesino? Quizás no. Pero si fue el de Ramiro Gutiérrez, que no está dispuesto a renunciar a sus privilegios incluso desde la cárcel.