¿Quiere recibir notificaciones de alertas?

Viernes 24 de Octubre, Neuquén, Argentina
Logo Am2022
PUBLICIDAD

La historia de Denise, la mujer con Parkinson que volvió a hacer música en plena cirugía

Denise Bacon, una paciente con Parkinson, tocó su clarinete para ayudar a los médicos a calibrar los electrodos implantados en su cerebro. La música se convirtió en una guía para los cirujanos y en la señal más conmovedora de su recuperación.

Viernes, 24 de octubre de 2025 a las 18:07
PUBLICIDAD
Una mujer diagnosticada con Parkinson tocó el clarinete mientras se sometía a una cirugía de Estimulación Cerebral Profunda.

El quirófano del King’s College Hospital, en Londres, parecía una escena imposible: bisturíes, monitores, luces frías… y un clarinete sonando entre las manos de una mujer despierta mientras los cirujanos trabajaban dentro de su cabeza.

La paciente era Denise Bacon, una terapeuta del habla retirada de 65 años, diagnosticada con enfermedad de Parkinson hace más de una década. La rigidez y la lentitud de sus movimientos le habían arrebatado su mayor pasión: tocar el clarinete. Pero aquel día, en medio de una operación que duró cuatro horas, la música volvió a ser parte de su cuerpo.

“Recuerdo que mi mano derecha empezó a moverse con más libertad cuando aplicaron la estimulación. Fue como si se encendiera algo adentro de mí”, contó después. “Tocar el clarinete otra vez me llenó de alegría”.

La intervención fue parte de un procedimiento avanzado llamado estimulación cerebral profunda (Deep Brain Stimulation, DBS). Consiste en implantar electrodos milimétricos en zonas específicas del cerebro, conectados a un generador de impulsos que regula la actividad neuronal. Es una terapia diseñada para mejorar los síntomas motores del Parkinson cuando los medicamentos dejan de ser efectivos.

La sala de operaciones del King’s College Hospital en Londres fue escenario de un hecho inusual.

El profesor Keyoumars Ashkan, neurocirujano a cargo del equipo, explicó que invitar a Denise a tocar su instrumento durante la operación no fue un capricho, sino una herramienta de precisión:

“Queríamos comprobar en tiempo real cómo la estimulación eléctrica afectaba su coordinación. El clarinete era su mejor prueba de control motor. Cuando empezó a tocar sin rigidez, supimos que estábamos en el punto exacto”, explicó.

La paciente permaneció despierta todo el tiempo. Solo recibió anestesia local en el cuero cabelludo y el cráneo, ya que el cerebro no tiene receptores del dolor. A través de una pantalla, los especialistas observaban la respuesta de sus neuronas mientras ella sostenía cada nota.

A medida que la cirugía avanzaba, los resultados se volvían visibles —y audibles—. La música que había sido imposible durante años fluía con naturalidad. Los dedos de Denise, antes torpes y tensos, se deslizaban por el clarinete con una precisión que ni ella esperaba.

Días después, la mejoría no se limitaba a la música. “Camino con más seguridad, me siento más estable. Sueño con volver a nadar y bailar”, contó emocionada.

Denise Bacon, una terapeuta del habla y lenguaje retirada de 65 años, interpretó melodías con su clarinete.

Desde la organización Parkinson’s UK, la vocera Katherine Fletcher destacó la relevancia del caso: “Este tratamiento no solo alivia los síntomas. Permite a las personas recuperar lo que creían perdido: la capacidad de hacer lo que aman.”

La estimulación cerebral profunda es hoy una de las terapias más efectivas para el Parkinson y otros trastornos del movimiento. Su evolución tecnológica —con generadores recargables y programación personalizada— permite adaptar la terapia a cada paciente, prolongando su efectividad durante décadas.

Pero más allá de los logros médicos, el caso de Denise Bacon tiene un valor simbólico. En medio de la precisión quirúrgica, su clarinete sonó como una declaración de humanidad: la música no solo acompañó la cirugía, sino que la guió.

En el quirófano, los médicos midieron impulsos eléctricos. Denise, en cambio, midió esperanza.

La historia de Denise Bacon viajó por el mundo porque une dos potencias que raramente coinciden: la precisión quirúrgica y la emoción de la música. En medio de monitores y bisturíes, un clarinete marcó el compás del cerebro, y una mujer volvió a tocar la melodía de su vida.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD