Sabemos que la piel es el órgano más grande del cuerpo humano. Y que durante siglos y civilizaciones, la epidermis también se ha usado para comunicar con el arte del tatuaje. Se han encontrado momias egipcias que datan de 5 mil años atrás con dibujos realizados con hollín como pigmento, que incluían figuras de animales y motivos geométricos, y se cree que tenían fines de rituales de protección. Ese ritual parece haberse vuelto una realidad, en éstos tiempos.
Hoy, en otro capítulo donde la ciencia ficción se mezcla con la vida cotidiana, les contamos qué son los tatuajes biotecnológicos y como podrían volverse un análisis clínico permanente.
De lo estético a lo funcional
Desde hace una década que la tecnología estudia cómo transformar la piel en una interfaz activa e inteligente para la medicina. Hoy, los avances comienzan a tomar forma: de flor, de tu banda favorita o como tu amigo que lleva tatuado a sus últimas tres parejas.
El primer gran salto evolutivo llegó de la mano de la Universidad de Harvard y el MIT, con el proyecto Dermal Abyss. En pruebas sobre piel porcina, inyectaron tintas biosensibles y eléctricas que reaccionan cambiando el color del líquido inyectado: azul-marrón al subir la glucosa, violeta-rosa ante cambios de pH, y verde intenso cuando aumenta el sodio. Si, leíste bien: la tinta de tu tatuaje cambiando de color según tu estado interno, permitiendo a una app interpretar colores y ofrecer un diagnóstico instantáneo.
Pero más recientemente, una investigación de la Universidad Técnica de Estambul avanzó aún más. Se trata de un proceso que consiste en tatuar dos tintas: una de grafeno negra y otra blanca compuesta por óxido de zinc que dentro tienen nanocables. En primera instancia, se coloca la tinta blanca y luego la negra. Las dos poseen aerogel para unificar los trazos. Si bien se colocan en simultáneo, se lo hace a través de distintas agujas que se encuentran en un mismo artefacto.
¿Y cuál es el elemento innovador? La autonomía. La idea es que estos biosensores puedan generar sus propias señales eléctricas gracias a un mecanismo de actividad piezoeléctrica. Es decir, producir energía a través de la presión. Esto se genera por los movimientos naturales del cuerpo y por ende de la piel tatuada. Y que logra agregar mediciones de ritmo cardíaco, presión arterial, temperatura corporal, exposiciones a los rayos UV e hidratación.
El cuerpo monitoreado 24/7
Un futuro donde tu piel no solo exhiba arte sino que hable por vos ya está a pocas cuadras. No vimos venir que científicos de guardapolvo blanco y tatuadores llenos de piercings confluyan en un mismo procedimiento científico. En el medio, la piel humana: ese terreno amplio, flexible, vivo, que ahora enviará reportes clínicos, o simplemente te avisará que necesitas agua.
Aunque suene bien, habrá que tener un poco de paciencia. Tal vez tarden unos años en llegar al consultorio de tu barrio, pero su presencia en laboratorios, ferias médicas y congresos de tecnología anticipa lo que vendrá. No es cuestión de si van a usarse, sino de cuándo y cómo se integrarán a nuestras vidas.
Quizás comience a cuestionarse el monitoreo constante, la ética y la utilización de datos biométricos. Bien sabemos que la tecnología avanza rápido y las regulaciones a paso lento. Otra de las dudas emergen de la durabilidad. ¿Aguantarán los tatuajes biotecnológicos la exposición al sol, al agua y al paso del tiempo? Y aún resta lo más importante: no se ha comenzado a probar en piel humana.
Pero que todo lo nuevo parece salido de una peli de Cristopher Nolan, llena de escenas realizadas con inteligencia artificial, ya no sorprende. ¿O te imaginaste alguna vez que un médico te prescriba una orden para hacerte un tatuaje?