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Lunes 01 de Septiembre, Neuquén, Argentina
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Encuéntrame en tus sueños (37ma parte. II. La noche es de los que esperan)

Un criminal muere en Nueva York, otro es encontrado en una aldea de Irlanda. Comienza a cerrar una historia tenebrosa.

Domingo, 31 de agosto de 2025 a las 19:33
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Apostados frente a la casa de la memoriosa novia de Carmel

La puerta trasera de la casa de Milly MacFanon se había abierto unos pocos centímetros, dejando salir la pobre luz de una vela que insistía en alumbrar, modestamente, la cocina de la memoriosa señorita. 

Collins había dado esa primera alerta que fue retransmitida por el jefe del pelotón a sus hombres, quienes cargaron sus armas y adoptaron una formación de combate, que suele preceder al ataque en masa sobre el blanco. 

Pero para el ducho sargento Collins, ésta era solo una primera alerta, no confirmaba nada, solo iniciaba un protocolo. Era una puerta abierta tan solo unos centímetros, para entrar o salir, pero solo unos centímetros. Por ello el sargento continuaría con su vigilancia con el visor infrarrojo en medio de la noche más negra.

El “blanco” no era otro que Carmel Flanagan, por ahora convertido en una hipótesis.

Como buen detective, Collins dudaba de que esa breve abertura de la puerta trasera fuera una efectiva señal de la presencia de Carmel. Bien podría ser una apertura accidental, pero también un señuelo para distraer a posibles vigilantes y facilitar la salida o la entrada de Carmel a la casa por otro escenario, como por ejemplo, la puerta principal de la vivienda, o una de las ventanas del living que dan al lado opuesto de nuestra casa de vigilancia.

La noche ayudaba. Sin luna ni estrellas, sin faroles encendidos en las calles ni en lasa casas, resultaría absolutamente imposible diferenciar al corpulento Carmel de una etérea “ballerina” del Bolshoi.

Consciente de la posibilidad de una maniobra “de diversión” o distracción, el capitán al mando del pelotón de la Interpol ordenó el traslado de un nuevo grupo al otro lado de la casa de Milly, en caso de que Carmel intentara salir o entrar a la vivienda por ese lado mientras nosotros vigilábamos inútilmente la puerta trasera. 

Sigilosamente, el grupo, identificado ahora como “grupo 2”, se movió en la noche entre los pequeños arbustos del campo hasta el punto elegido para rehacer la vigilancia. Con ellos se movió también uno de los “snipers” armado con su rifle de dardos hipodérmicos en caso de que Carmel ofreciera alguna resistencia.

Una vez apostados del otro lado, buscaron lugares donde ocultarse. 

La casa de Milly se levantaba en una zona conurbana del pueblo, más rural que las demás viviendas. Alrededor de la casa crecían numerosos arbustos silvestres, achaparrados, pero lo suficientemente grandes como para ocultar a un efectivo armado

Del otro lado, junto a nuestra casa de vigilancia, el resto del pelotón, ahora identificado como “grupo 1”, seguía atrincherado en el canal de riego, apuntando en dirección a la puerta de la cocina que continuaba entreabierta.

En ese momento, la puerta se abrió completamente. No fue el viento, que no había, sino la mano de una mujer que salió de la vivienda. Era Milly MacFanon, quien parecía querer tomar algo del aire fresco de la noche en medio de semejante oscuridad.

De inmediato, el capitán puso en alerta al grupo 2 ante una posible maniobra de distracción. 

Mientras el grupo 1 controlaba la parte de atrás, el 2 bloqueaba la puerta del frente y las ventanas, incluida la del dormitorio de Milly

La única forma de penetrar o escapar de esa casa burlando semejante cerco policial, hubiera sido teniendo un pequeño helicóptero amarrado y camuflado en el tejado y así salir volando, pero era demasiado para la modesta Milly.

Los segundos se estiraban como siglos y Neville y el capitán empezaron a evaluar una posible entrada de los efectivos armados en la casa. Pero, si bien al principio la descartaron porque implicaba enormes riesgos, empezando por la vida de la misma dueña de la vivienda, después la reactivaron y la dejaron en “stand by” por las dudas.

Después de algunos minutos que parecieron eternos, Milly dio media vuelta y entró a su casa dejando la puerta abierta.

El capitán se aprestó a salir de la vivienda de vigilancia y dio la segunda alerta a los dos grupos que adoptaron posiciones de combate preparados para entrar en la casa. 

Dentro de la vivienda de vigilancia quedamos el jefe de la Interpol-Dublin, James Neville, mi amigo y colega Joe O’Brian y el sargento de los USMarshals, Steve Collins oteando con su visor nocturno. 

No sabíamos que, en pocos minutos, la historia daría una cabriola en el aire como un acróbata demente en un circo de tres pistas.

En plena noche en las afueras de Nueva York

A miles de kilómetros de ahí, en un mugriento suburbio de las afueras de Nueva York, saliendo de un edificio de apartamentos en alquiler para perdedores, un fracasado contumaz llamado José Manzanares, alias Johnny Ray, cubano de origen y americano por conveniencia, caminaba al encuentro de su destino, llevando en un bolsillo la hoja de anotador donde había escrito la vaga locación de un impreciso punto dentro de los 219.890 kilómetros cuadrados de la superficie del estado de Utah, presunto paradero de los “papeles de Norman”, la piedra filosofal y fuente de la juventud para el cardernal Mulligan-Flanagan.

Manzanares caminaba tan ufano y a la vez tan delirante como el iluso que acaba de comprar un billete de la lotería de California y sale a visitar inmobiliarias.

Había decidido caminar hasta el muelle del “ferry” que lo llevaría a la mansión del Amo en Staten Island.

Pero esa noche su destino le marcaría un corto camino.

No había dado ni treinta pasos desde la puerta de su casa, cuando dos hombres salieron de detrás de unos añosos arboles y, pistolas en mano, le informaron llamándole por su nombre en clave en la organización criminal:

-Arcángel Miguel, ya sabes que el Amo no perdona.

El cubano se detuvo como si hubiera sido petrificado por un rayo divino. Presa del pánico, intentó llevar su mano al bolsillo, quizás en un instintivo intento de salvar su vida mostrándoles a los sicarios el estúpido papelito para el Amo.

Pero fue inútil: 

Diez balazos lo ultimaron en el lugar, y el pobre idiota quedó tendido en la acera de ese cochambroso arrabal, en medio de un gran charco de sangre que empezaba a coagularse tan rápidamente como al pobre se le escapaba la vida entre estertores.

Los verdugos revisaron sus bolsillos antes de marcharse y lo único que encontraron fueron algunos dólares, cigarrillos y la hoja del anotador con la dirección de Utah, que se llevaron como trofeo para el Amo.

Siempre pensé que algunos elegimos cómo hemos de vivir y lo ponemos en práctica, lo que no sabemos es que, a la vez, hemos elegido también cómo habremos de morir, y el cubano Manzanares no escapó a esa premisa, y terminó acribillado por dos matones después de haber soñado con la felicidad.

A la misma hora en Greenbrae, Irlanda. 

A esa hora de la madrugada, en Greenbrae, la situación había quedado planteada de la siguiente manera:

Dos equipos con efectivos bien armados y mejor pertrechados, tenían cubiertas las entradas y salidas de la casa de Milly MacFanon, listos para ingresar en la vivienda esperando encontrarse con alguien que respondería a la descripción física de Carmel Flanagan, uno de los asesinos a sueldo más eficientes del planeta, con numerosas muertes a sus espaldas, perpetradas exclusivamente en la ciudad de Nueva York, donde desde hacía años era requerido por la Justicia.

Entrar en la casa era la solución extrema, cargada de una alta peligrosidad, no solo para los efectivos de Interpol, sino para Carmel, si es que estaba ahí, pero muy especialmente para Milly, quien si bien no era su rehén, bien podría quedar atrapada entre dos fuegos si Carmel decidía abrirse camino a fuerza de balazos.

La pregunta que todos, sin excepción, nos hacíamos, era “¿estará Carmel realmente con ella?”. 

Estábamos ahí siguiendo una insólita pero no menos intrigante teoría del sargento Collins quien había elaborado una suerte de “estadística comportamental” basada en los diferentes estados de ánimo de la peculiar Milly. 

La escala graduada de Collins para Milly MacFanon establecía tres grados:

Grado 1.  Si Milly sonreía todo el tiempo = Reciente llamada telefónica de Carmel.
Grado 2.  Si además reía todo el tiempo = Inminente visita de Carmel a Greenbrae y
Grado 3. Si además de cantar bailaba cuando regaba su jardín = Carmel duerme en casa.

 

Y, como Milly había pasado holgadamente por los tres grados en su comportamiento observado en la ultima semana, ahí estábamos, armas en mano, esperando por su novio.

En un momento, Neville miró su reloj. Faltaban algunos minutos para las 4 am. Me miró como diciéndome “es la hora, no podemos estirar más todo esto” y salió un momento a buscar al capitán de Interpol.

Una vez dentro de la casa de vigilancia, Neville habló con el capitán y sumó a Collins a la conversación:

-No podemos esperar más, le estamos dando demasiado tiempo útil si se le ocurre alguna treta de fuga. Es altamente probable que sepa que estamos aquí. Es tiempo de anticiparnos.

El capitán lo pensó por un momento y consultó a su jefe:

-¿Entramos?

-Vamos a dar un paso intermedio, vamos a darle una oportunidad, no sé por qué pero pienso que no quiere pelear. Ordene a su gente que adopte una posición de ataque pero que no avance, que ambos grupos se muestren pero sigan de alguna forma cubiertos.

-¿Quiere que mostremos las lanzas y las flechas pero no lo ataquemos?

-¡Exacto! Ahí será cuando intervenga yo con mi mejor arma!, y, dicho esto, Neville sacó de su mochila un enorme megáfono.

- Si está ahí, quiero hablar con él, dijo, blandiendo su megáfono como si fuera un cuerno de guerra.

-Una buena conversación supera siempre a cualquier combate, agregó y mirándonos a nosotros señaló:

-Ustedes permanezcan aquí donde estarán seguros y usted, Collins, siga observando y prepárese para darme la alerta si descubre algún movimiento sospechoso de nuestro huésped.

Collins sonrió satisfecho sintiéndose útil en un combate en el cual no tenía jurisdicción. Con Joe nos acercamos a la ventaba desde donde podríamos apreciar toda la película.

Los dos grupos respondieron a las órdenes de su capitán y, en una rápida maniobra, salieron de sus escondites, con sus armas en mano, y formaron un gran semicírculo en torno a las dos caras de la vivienda, cubiertos pero alertas. 

Neville eligió la parte trasera de la vivienda, algo le decía que esa seria la salida que elegiría Carmel si decidía salir o tomar otra decisión.
Entonces se apostó frente a la tropa, que permanecía parapetada en el canal de riego, y tomando su megáfono se dirigió a la casa:

-¡Les habla James Neville, oficial en jefe de Interpol en Irlanda!. ¡Están rodeados por fuerzas de Interpol preparadas para ingresar con toda su fuerza a la casa!. ¡Tenemos una alta superioridad numérica pero estamos dispuestos a dialogar!. ¡Quienquiera que se encuentre dentro de esa casa, salga inmediatamente con las manos en alto!. ¡Le garantizamos su seguridad y el respeto por todos sus derechos!

Neville bajó su brazo y, con él, el megáfono y un profundo silencio se apoderó de todo el lugar. Como si hubiera estado todo coordinado, la luz volvió a la pequeña aldea. Por alguna desconocida razón, los encargados de Greenbrae Energy reconectaron la electricidad y la luz se hizo. Neville miró al capitán y los segundos volvieron a convertirse en siglos. Las tropas se preparaban para entrar a sangre y fuego. Creo que todos, según nuestras creencias, estábamos rezando.

De pronto, algunos movimientos se dejaron ver en la cocina de la casa de Milly, donde estaba la puerta trasera. La primera en asomarse fue la dueña de casa. Salió algo encandilada por las luces de la calle, y tratando de ver quién o quiénes estaban ahí. Inmediatamente detrás de ella una corpulenta figura masculina siguió sus pasos hasta el pequeño porche, donde ambos se detuvieron. Una veintena de efectivos armados de Interpol apuntaban ahora directamente al hombre que intentaba ver con claridad pese al encandilamiento. 

Cuando sus ojos se adaptaron a la luz, el hombre divisó las figuras de Neville y el capitán de Interpol y recién entonces habló con una profunda y tronante voz que parecía salida de las mismísimas entrañas de la tierra:

- ¡Mi nombre es Carmel Flanagan y estoy dispuesto a entregarme, pero solo lo haré ante el teniente John Valdez de los USMarshals! ¡Puedo quedarme en esta casa hasta que él esté aquí, si no confían en mí pueden poner guardias aunque no pienso escapar! ¡Tengo entendido que con ustedes hay un sargento que trabaja con Valdez, le pido que llame al teniente y le diga que yo estaré aquí esperándolo para hablar!. ¡Después de ello me entregaré a la justicia de los Estados Unidos de América!, y dicho todo esto, dio media vuelta y entró en la casa. Milly lo siguió y cerró la puerta tras su paso.

Nadie esperaba ese desenlace. Ni Neville con toda su experiencia al frente de Interpol, ni el capitán del Equipo de Reacción Inmediata de dicha fuerza, ni Joe O’Brian con sus decenas de guerras cubiertas en todos los teatros bélicos del planeta, ni Collins con su historial como detective en Nueva York junto a una bestia sagrada como lo es el teniente John Valdez. Ni, mucho menos, yo.

Neville dio la orden y los efectivos continuaron en sus posiciones. El equipo comenzó a armar tiendas de campaña para pasar la noche mientras el capitán diagramaba los turnos de guardia alrededor de la casa. Calculaban que, con suerte, Valdez podría estar en dos días en Greenbrae para su conferencia con Carmel, pero primero habría que avisarle. 

Collins había escuchado en su totalidad a Carmel, había salido fuera de la casa de vigilancia junto a nosotros y se aprestaba a volver a nuestro alojamiento para llamar a Valdez lo mas rápido posible y despertarlo si era preciso, lo cual Neville aceptó, y nos pusimos en marcha.

Todos miramos a Collins, y lo felicitamos efusivamente por su magnifica teoría de los diferentes grados del comportamiento de Milly, la cual permitió dar con Carmel.

Mientras nos alejábamos de ahí en el Land Rover de Joe, alcancé a divisar a la distancia una de las ventanas superiores de la casa de Milly, quizás fuera su dormitorio.

Fue como un breve relámpago, como un vistazo que deja ver lo que pocas veces podemos ver.

Ahí pude ver las siluetas de Carmel y Milly confundiéndose en un largo y apasionado beso, como si estuvieran en la recta final de su ritual nupcial.
Entonces fue cuando sentí ganas de aplaudir.

(Continuará)

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