La escena es simple y repetida: el mozo deja la cuenta, uno busca la billetera y, casi sin pensarlo, suma un extra. La propina, ese pequeño monto voluntario que funciona como un código social no sólo globalizado sino también aceptado. Puede variar en porcentaje, en expectativa y hasta en regulación, pero aparece en cualquier parte del mundo donde exista un intercambio de servicios.
Aunque hoy parezca una práctica moderna, su origen es sorprendentemente antiguo y tuvo un significado muy distinto al actual. En su raíz latina, propinare significaba literalmente “dar de beber”. Lo que hoy es dinero era, en su forma inicial, una invitación, una copa ofrecida como gesto de agradecimiento. Las lenguas europeas conservaron ese ADN etílico. En francés, pourboire quiere decir “para beber”. En alemán, trinkgeld, “dinero para beber”. La idea era clara: una gratificación con destino concreto.
Pero el origen más antiguo de la propina se encuentra en Europa y data del siglo XV. La aristocracia inglesa comenzó a dar dinero extra a los sirvientes con un fin puntual: asegurar rapidez y buena predisposición. La explicación etimológica se volvió célebre: la palabra tip surgió de la frase “To Insure Promptitude”, una especie de recordatorio de que esa moneda buscaba eficiencia además de gratitud. Con el tiempo, lo que empezó en círculos exclusivos se expandió al resto de la sociedad.
Hábito colectivo
Para el siglo XIX, con la masificación de los lugares para comer, la propina se convirtió también en una herramienta de reconocimiento al servicio, integrado a la cultura gastronómica como un gesto bien visto hacia los camareros que incluso terminó transformándose en algo mucho más estructural: un componente esencial del salario de millones de trabajadores.
Lo que socialmente naturalizamos, tiene un estudio posterior en busca de entender comportamientos arraigados. Y surgió una pregunta que puede ser pertinente: ¿por qué damos propina si no estamos obligados?
Según el profesor estadounidense Michael Lynch, especialista en comportamiento del consumidor, las personas dejan propina por una combinación de factores psicológicos: deseo de aprobación social, evitar situaciones incómodas sobre lo ya establecido y compromiso hacia el trabajador para aumentar su salario.
Como funciona en el mundo
La propina no solo cambia según el país, a veces cambia según la ciudad y el tipo de servicio. En algunos lugares es una cortesía, en otros una obligación legal.
En Estados Unidos el porcentaje de propina puede ir desde el 15 al 21% de la cuenta a pagar. En Japón es tan poco común que es casi tabú y a veces puede llevar a la confusión sobre por qué han dejado dinero. En América Latina, la mayoría de las veces es a discreción y voluntad, aunque en varios países existen regulaciones que marcan un mínimo para la propina. Es el caso de Costa Rica y República Dominicana, donde la ley establece el derecho a la propina de los trabajadores de restaurantes, bares y otros establecimientos donde se preste servicio de mesa. La Ley dice que además del salario, deben recibir un 10% adicional proporcionado por el consumidor, que se incluye en la cuenta.
Brasil, desde marzo de 2017, sancionó una ley que regula el cobro de propinas (gorjetas en portugués) a clientes por parte de restaurantes y bares estableciendo que el 20% de esa propina será para el negocio y el 80% para los meseros. Pero en el resto del continente se toma como una regla no escrita. En México no es obligatorio, pero se considera buena práctica. En Honduras no se espera nada. En Panamá, se sugiere. En Cuba, históricamente no era costumbre, pero el turismo cambió el panorama. En Chile, Paraguay y Uruguay, el 10% funciona como norma tácita, aunque no esté legislado.
En Argentina es una costumbre antiquísima y muy aceptada que arranca en el 10% y que hasta un tango de 1934 describe a la perfección ésta práctica, que no sólo se acepta en gastronomía sino en muchos otros rubros más: “Propina te sacan si un auto tomás y al tipo que lustra, propina le das. Propina pa’l mozo que sirve el café, y al que te afeita, propina también. Por peinarte a la gomina ¡propina! Al que en el cine te ilumina ¡propina! Si comés en la cantina, ¡propina!
Y con ojo cítrico del buen letrista tanguero, remataba: “Si vas a una casa donde hay un ascensor, por diez de propina te llaman Doctor”.
Buenas costumbres
Quizás lo más asombroso de la propina sea su carácter universal y que atraviese momentos históricos disímiles y hasta sistemas económicos distantes. Cuando parece que todo evoluciona, se transforma, cambia y muta, tenemos en el mundo una práctica social que nos atraviesa a todos y que combina cooperativismo, psicología, economía y sociología.
Por eso, instamos a seguir esta hermosa costumbre. Porque, como dice el popular dicho que aparece pegado en frascos de propina:
"El dinero es el origen de todos los males, deshazte de él en este tarro".