Hay lugares que parecen hechos para recordarnos lo pequeños que somos. Y este no es la excepción. Porque a miles de kilómetros de cualquier masa de tierra, en medio de las aguas más frías y solitarias del océano Pacífico, se encuentra este sitio llamado “Punto Nemo”, que ostenta un récord particular: es el lugar más remoto del planeta.
Su nombre, que de inmediato nos remite a los enigmas de las profundidades del océano y nos transporta a las aventuras del capitán del Nautilus, no es casualidad: es un guiño directo al enigmático Nemo, el personaje creado por Julio Verne en su obra Veinte mil leguas de viaje submarino.
Pero para no irnos por las ramas, más allá de la referencia literaria, este lugar geográfico —también conocido como el “polo de inaccesibilidad del Pacífico”— reviste unos cuantos datos tan curiosos como inquietantes sobre la presencia del ser humano hasta en los confines más recónditos de la Tierra.
Lejos, infinito punto rojo
¿Qué lo vuelve tan enigmático y llamativo a este recóndito punto en medio del mar? Te cuento: según la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA), el Punto Nemo se encuentra en las coordenadas 48°52.6′ S y 123°23.6′ O. Es, técnicamente, el lugar más alejado de cualquier masa de tierra poque más de 2.688 kilómetros lo separan de sus puntos de referencia más cercanos, que son la isla Ducie hacia el norte, el islote Motu Nui de la Isla de Pascua al noreste y, hacia el sur, la isla Maher en la Antártida.
Y acá va lo más curioso: la lejanía de este punto es tal que, en muchas ocasiones, los humanos que se encuentran más cerca de él ni siquiera están sobre la superficie terrestre, sino en el espacio. Así como leés: los astronautas que viajan a bordo de una estación espacial que orbita a unos 400 km sobre la Tierra suelen estar más próximos al Punto Nemo que cualquier persona en tierra firme.
Otra de las condiciones que lo hacen llamativo es que, pese a estar rodeado por el vasto océano, el Punto Nemo no es un oasis de vida submarina. De hecho, es todo lo contrario: a veces se lo describe como un desierto oceánico donde viven muy pocos seres vivos. Según investigaciones del oceanógrafo Steven D’Hondt, de la Universidad de Rhode Island, esta zona es la región menos biológicamente activa de todo el océano debido a una gigantesca corriente que impide el ingreso de aguas ricas en nutrientes y, con ello, la proliferación de vida marina. Además, su lejanía de cualquier continente hace que los vientos tampoco puedan transportar materia orgánica que alimente los ecosistemas marinos. Y la temperatura tampoco ayuda: en ese área ronda los 5,8 °C en la superficie, según datos satelitales de la NASA, lo que dificulta aún más la vida.
En resumen, el Punto Nemo es un desierto acuático, un lugar donde aparentemente no hay nada. Pero, como ya sabemos, los desiertos nunca están vacíos: siempre esconden algo, aunque cueste verlo a simple vista. Seguí leyendo y vas a entender por qué.
Cementerio acuático
La existencia de este punto fue descubierta en 1992 por el ingeniero croata-canadiense Hrvoje Lukatela, quien gracias al uso de un programa informático pudo calcular con precisión cuál era el lugar del océano más alejado de toda tierra firme. Así fue que la pregunta “¿cuál es el punto más solitario del mar?”, que por siglos intrigó a aventureros navegantes y científicos descocados, finalmente tuvo respuesta. Peeeeeeeero…
Como suele suceder, cada vez que el ser humano conquista un nuevo espacio dentro de nuestro vasto planeta, también se encarga de colonizarlo de alguna forma. ¿Será un rasgo propio de la naturaleza humana el poseer, dominar, ocupar? (Acá pondría el emoji de la personita tapándose la cara de vergüenza). ¿Por qué?
Porque, paradójicamente, este maravilloso lugar de extrema soledad natural, remoto e inaccesible, se ha transformado en un símbolo de la huella humana en el planeta. Allí se da disposición final a los restos de naves espaciales, que reingresan fuera de control a la atmósfera terrestre, al final de su vida útil.
Esta “Zona Deshabitada del Pacífico Sur” ha sido designada por agencias espaciales de Rusia, Japón, Estados Unidos y países de Europa como el “cementerio espacial” oficial del planeta. Y se estima que más de un centenar de objetos han sido dirigidos hacia el Punto Nemo: fragmentos de satélites, estaciones espaciales, cápsulas y cohetes han terminado hundidos en estas aguas, lejos de rutas marítimas o zonas habitadas.
La basura espacial que generan los continuos lanzamientos de las agencias espaciales del mundo, cae al mar y provoca contaminación marina en todo el océano.
¿En serio?
Este bochorno intercontinental nos deja una reflexión necesaria: así como exploramos el espacio o las profundidades del océano en busca de respuestas, también deberíamos explorar —con la misma dedicación— nuestra responsabilidad como humanidad sobre el planeta.
Porque el Punto Nemo no solo es una curiosidad geográfica; es una metáfora poderosa. Incluso en el lugar más lejano de la civilización, nuestras acciones dejan huella.
Y es irónico: Nemo significa “nadie” en latín. Y, sin embargo, ahí estamos.