El astrofísico Avi Loeb, reconocido por sus investigaciones en Harvard, ha generado un nuevo debate científico al sugerir que las recientes imágenes del objeto interestelar 3I/ATLAS, publicadas por la NASA, podrían contener evidencias de un origen artificial.
Loeb centró su análisis en un resplandor adelantado al objeto, algo inusual para un cometa convencional. “El resplandor extendido está delante del objeto, no detrás de él, como se esperaría en la cola de un cometa”, explicó. Propuso que, si se tratara de tecnología, ese brillo podría corresponder a un haz de partículas o luz que ilumina y despeja la trayectoria para protegerse de micrometeoritos.
Esta observación se basa en una imagen tomada con la cámara HiRISE del Mars Reconnaissance Orbiter, presentada recientemente en el Centro de Vuelo Espacial Goddard de la NASA. A pesar de que la agencia calificó las fotos como nítidas, Loeb las consideró “borrosas” y anunció que continuará estudiándolas para obtener conclusiones más precisas.
El científico también destacó que la pluma luminosa del 3I/ATLAS no se comporta como la cola típica de un cometa. Si la elongación estuviera orientada hacia el Sol, podría atribuirse a la luz solar calentando el hielo; si fuera en sentido contrario, a la presión de radiación o viento solar. Sin embargo, en este caso, la pluma se extiende perpendicularmente y hacia adelante, lo que dificulta una explicación natural.
Loeb lanzó entonces una hipótesis audaz: “¿Podría ser esta una firma tecnológica que ilumina o despeja el camino de micrometeoritos peligrosos que puedan causar daño a un objeto tecnológico?”. Al ser consultado sobre cómo se lograría esto, indicó que “es posible cargar los obstáculos con un haz de luz y luego desviarlos con un campo magnético, por ejemplo. Podría haber tecnologías más avanzadas para realizar esta tarea”.
Además, examinó fotografías tomadas por astrofotógrafos como Michael Jäger, Gerald Rhemann y Enrico Prosperi, donde aparecen líneas laterales inusuales. Describió “dos chorros estrechos dirigidos en direcciones opuestas y orientados verticalmente respecto al eje 3I/ATLAS–Sol”, formando un patrón en forma de “X” que se extiende casi un millón de kilómetros.
Si bien la explicación más sencilla es que se trate del rastro de un satélite de comunicaciones, Loeb no descartó que esos rastros correspondan a gas o polvo, o incluso a pequeños mini-objetos liberados por un supuesto vehículo nodriza tecnológico. Para él, el misterio principal es confirmar si estos objetos realmente existen y si tienen un origen natural o artificial.
La NASA mantiene su postura oficial de que 3I/ATLAS es un cometa convencional, apoyada en su comportamiento y evidencias observadas. Sin embargo, la singularidad del objeto —que incluye una aceleración no gravitacional inusual y una composición química atípica con altos niveles de dióxido de carbono y níquel— sigue generando preguntas.
Se estima que este cuerpo tiene una antigüedad de hasta 7000 millones de años, más antiguo que el propio Sistema Solar. Su aceleración extra no puede explicarse solo por la desgasificación habitual, y la ausencia de una gran nube de gas o un chorro de material que justifique este impulso ha llevado a algunos científicos, como Loeb, a plantear hipótesis más especulativas.
El máximo acercamiento del 3I/ATLAS a la Tierra está previsto para el 19 de diciembre de 2025, momento en que será visible en el cielo matutino cerca de las constelaciones Virgo y Leo. Aunque no se espera que sea observable a simple vista, astrónomos aficionados con telescopios tendrán la oportunidad de captar imágenes y datos valiosos.
Después de esa fecha, el objeto continuará su trayectoria hacia los límites del Sistema Solar, dejando atrás nuestro vecindario cósmico. Mientras tanto, la comunidad científica permanece atenta a nuevas observaciones, con la esperanza de que telescopios terrestres y espaciales como el Hubble y el James Webb ayuden a aclarar si 3I/ATLAS es un cometa inusual o algo completamente distinto.