El Reducido de la Primera Nacional dejó una semifinal que todavía arde. Deportivo Madryn eliminó a Morón con un ajustado 1-0 que lo depositó en la final por el segundo ascenso, pero el pitazo final no marcó el cierre del partido: fue el inicio del caos. Hubo discusiones calientes, piñas cruzadas, corridas, casacas teñidas de naranja por el gas pimienta y un clima de escándalo que obligó a la AFA a intervenir de inmediato.
Todo comenzó con la bronca acumulada por las decisiones arbitrales que inflaron la temperatura desde temprano. Morón protestó fallos que, según los jugadores, inclinaron la cancha a favor del Aurinegro. Y cuando el árbitro marcó el final, la chispa detonó: Germán Rivero, goleador de Madryn, se cruzó a golpes con tres jugadores del Gallo, mientras Gastón González encendía aún más la mecha desde mitad de cancha.
La situación escaló rápido. La policía ingresó al campo y, lejos de calmar, terminó reprimiendo a los futbolistas visitantes con gas pimienta. El arquero Julio Salvá, que intentaba separar y enfriar el clima, cayó afectado de lleno, igual que Ivo Constantino, Juan Manuel Cabrera, Matías Cortave y el propio González. Varios jugadores quedaron en el césped, con los ojos inflamados, sin poder ver y golpeando el pasto por el dolor y la impotencia.
Con el informe arbitral en la mano y las imágenes recorriendo el país, el Tribunal de Disciplina actuó: suspendió a Rivero por el lado de Madryn y a seis futbolistas de Morón —Joaquín Livera, Gastón González, Julio Salvá, Franco Lorenzón, Emilio Lazza y Elías Contreras— por su participación en los incidentes. A la lista se sumaron el entrenador interino Carlos Pereyra y el médico Ignacio Milgorana, ambos sancionados por su comportamiento tras el final.
Mientras Madryn se enfoca en la final y Morón sigue masticando bronca, el ascenso vuelve a quedar bajo la lupa: un clásico capítulo donde el fútbol quedó en segundo plano y el escándalo, otra vez, se llevó todo el protagonismo.