Desde que Claudio “Chiqui” Tapia asumió como presidente de la AFA en marzo de 2017, el fútbol argentino inició una etapa marcada por una sucesión de modificaciones que difícilmente encuentre antecedentes. Lo que comenzó como una reestructuración para ordenar la competencia terminó convirtiéndose en un ciclo donde cada temporada trae un nuevo formato, un torneo adicional o una regla inesperada. La reciente decisión de declarar campeón de Liga al equipo que más puntos sumó en la tabla anual, en este caso Rosario Central, sin que ese título existiera de manera previa, volvió a encender el debate.
El fútbol argentino pasó, en apenas siete años, de tener un campeonato largo con 30 equipos a un cronograma que hoy incluye Apertura, Clausura, Copa Argentina, Trofeo de Campeones, Supercopa Argentina, Supercopa Internacional, el nuevo título de Campeón de Liga y la Recopa de Campeones, que debutará en 2026.
La primera gran transformación llegó en 2019, cuando se reinstaló la Copa de la Liga para completar el primer semestre del calendario. Ese mismo año nació también el Trofeo de Campeones, que enfrentaba al vencedor de la liga con el campeón de la copa. Dos años después, la AFA volvió a mover las piezas e incorporó la Supercopa Internacional, un partido que cruza al ganador del Trofeo de Campeones con el mejor de la tabla anual. Un estatus que, casualmente, recién ahora se convirtió también en “título oficial”.
En paralelo, los cambios en los descensos, la reducción de promedios, la ampliación y luego el achique del número de equipos y la reconfiguración permanente de los playoffs terminaron por armar un escenario donde la estabilidad dejó de ser parte del menú. Los clubes, los jugadores y los propios hinchas se encuentran cada año ante un certamen que no siempre respeta las bases del anterior.
El punto más polémico llegó esta semana, cuando la AFA decidió coronar a Rosario Central como Campeón de Liga sin un reglamento previo que lo avalara. Lo que debía definirse en la cancha terminó resolviéndose en un escritorio, abriendo otro capítulo de críticas sobre la transparencia y la previsibilidad del sistema.
Con este panorama, el fútbol argentino atraviesa una era en la que la pregunta ya no es qué equipo jugará mejor, sino qué torneo toca jugar, cómo se clasifica y qué título podría aparecer en cualquier momento.