Un 24 de julio pero de 1995, Claudio Paul Caniggia sacudía el mapa futbolero argentino con una decisión que hasta hoy sigue dividiendo aguas: firmaba con Boca Juniors, el eterno rival del club donde debutó y se formó como profesional. A 30 años de aquel pase, que incluyó piquito con Maradona, goles en los Superclásicos y una guerra de banderas entre barras, el “hijo del viento” sigue generando repercusiones.
El delantero que brilló con la camiseta de la Selección en los Mundiales del '90 y '94, y que había irrumpido en River en los años 80, cruzaba de vereda con una excusa futbolera pero con un trasfondo emocional más profundo: jugar con su amigo Diego Maradona. “Es un hermano. Jugar al lado suyo es incomparable”, dijo Cani en Ezeiza, con la camiseta de Boca ya enfundada y la sonrisa cómplice del Diez cerca.
Lo cierto es que su llegada, proveniente del Benfica portugués, fue tan inesperada como explosiva. No fue por títulos ni por contratos millonarios: fue por Diego. Caniggia no ganó campeonatos en Boca, pero dejó huella con sus goles a River y una postal que quedó grabada en la memoria colectiva: el beso con Maradona en pleno Superclásico.
El pase fue catalogado como “traición” del lado de Núñez. Y el fútbol argentino sumó otro capítulo de esos que alimentan la leyenda. Los Borrachos del Tablón, en una especie de justicia barrabrava, le robaron a La 12 una bandera que decía: “Caniggia, te esperamos – La 12”. La exhibieron durante años como trofeo. Hasta que, según versiones, la Justicia ordenó devolverla tras un operativo policial previo a un Superclásico.
Caniggia, ídolo de una generación por sus goles a Brasil e Italia en el Mundial '90, siempre fue más jugador de la Selección que de clubes. En River disputó 61 partidos y marcó 8 goles. En Boca jugó poco más de 30 encuentros y también convirtió 8 veces. Pero su huella va más allá de las estadísticas.
“Era de Boca desde chico, pero me formé en River. La gente me recuerda más por la Selección, y eso está perfecto”, dijo hace poco. En 2018, incluso, apareció en un acto con Christian Gribaudo, candidato del oficialismo en Boca, ratificando dónde se siente más cómodo.
Treinta años después, aquel pase sigue siendo una bomba emocional en el corazón del fútbol argentino. Porque Caniggia no sólo cambió de camiseta: cambió de historia. Y lo hizo a lo grande, con un beso al Diez y una ovación en la Bombonera.