El fútbol mundial aún no sale de la conmoción tras la muerte de Diogo Jota, el delantero portugués de 28 años que perdió la vida junto a su hermano André Silva en un accidente automovilístico en España. Pero mientras las redes se llenaban de homenajes y mensajes de dolor, el Liverpool FC, su club desde 2020, tomó una decisión que fue aplaudida por millones: honrar su contrato y pagar el total de los dos años que le restaban por cumplir.
Según medios británicos y portugueses, Jota tenía un salario anual de 7,5 millones de libras esterlinas. Con dos años más de contrato por delante, la cifra total que la institución inglesa destinará a su familia asciende a aproximadamente 14,5 millones de libras. No se trató de una obligación contractual, sino de un gesto humanitario, que pone en valor el vínculo entre el jugador y la institución.
La decisión fue comunicada en privado a la familia apenas días después del accidente ocurrido en Zamora, cuando Jota viajaba rumbo a Santander para embarcarse a Inglaterra. Su club lo había dispensado de volar por recomendación médica, ya que había sido sometido recientemente a una operación menor en los pulmones.
A la par del gesto económico, Liverpool también anunció que retirará el dorsal #20 que Jota utilizaba, y organizó un emotivo homenaje en Anfield, donde los hinchas dejaron flores, camisetas y cartas en un santuario improvisado. Varios de sus compañeros, como Mohamed Salah, Van Dijk y Luis Díaz, expresaron su dolor públicamente, y el técnico Jürgen Klopp —quien alguna vez lo definió como “un jugador que parecía hecho para el Liverpool”— se mostró profundamente afectado.
El lema del club, You’ll Never Walk Alone, pocas veces tuvo tanto peso como ahora. En una época donde los contratos se rompen con frialdad y las instituciones muchas veces dan la espalda, Liverpool respondió con humanidad y coherencia.
Este gesto no solo honra la memoria de un futbolista brillante y querido por sus compañeros, sino que también establece un precedente ético en el fútbol moderno. Porque hay veces en que el juego se detiene, y lo que queda es la gente.