El duelo entre Independiente y Universidad de Chile por los octavos de final de la Copa Sudamericana terminó de la peor manera. A pocos minutos del segundo tiempo, el árbitro Gustavo Tejera detuvo el partido y, más tarde, la Conmebol lo canceló por “falta de garantías de seguridad”.
El caos se desató en la tribuna visitante del estadio Libertadores de América. Según el secretario general de Independiente, Daniel Seoane, los hinchas visitantes robaron objetos de mantenimiento y rompieron instalaciones, convirtiendo butacas, banquetas e incluso inodoros en proyectiles. La agresión afectó a socios locales y dejó un saldo de heridos, algunos de gravedad.
Imágenes difundidas muestran la tribuna visitante como una verdadera zona de guerra: escombros, baños destruidos y vestuarios dañados reflejan la magnitud de los destrozos. La violencia también involucró a sectores del público local, con enfrentamientos de barras hacia los últimos fanáticos chilenos que permanecían en el estadio.
El presidente de Universidad de Chile, Michael Clark, cuestionó la disposición de la parcialidad visitante: “Haber puesto a la barra en una segunda bandeja sin rejas y sobre gente de Independiente quizás no fue lo más adecuado”. Por su parte, el ministro de Seguridad bonaerense, Javier Alonso, afirmó que la policía no estaba al mando del operativo interno, lo que contribuyó al descontrol.
Desde la U de Chile informaron que ocho de los doce heridos ya fueron dados de alta y cuatro permanecen hospitalizados, uno en terapia intensiva. Independiente, a través de un comunicado oficial, señaló que los incidentes comenzaron en el sector visitante antes del partido y que los agresores inhabilitaron las cámaras de seguridad y destruyeron instalaciones sanitarias, utilizando los escombros como proyectiles hacia los hinchas locales.