La mesa está servida. Hay asado, arrollado, empanadas, alguna torre de fiambres que desafía la gravedad y, si la región acompaña, hasta un chivito patagónico. Pero cuando el reloj se acerca a la noche, en miles de casas argentinas se repite el mismo ritual: el televisor se enciende y aparece El Programa de Lavecchia. Ahí, justo ahí, arranca oficialmente la Navidad futbolera.
Lo que comenzó casi como una urgencia televisiva terminó convirtiéndose en uno de los clásicos más firmes del 24 de diciembre. Fernando Lavecchia, con su tono calmo y cómplice, logró algo que no es sencillo: que los hinchas vuelvan a emocionarse con goles que ya vieron, se rían de errores ajenos y propios, y se permitan un rato de nostalgia antes del brindis.
El origen del programa se remonta a fines de los años 90, cuando TyC Sports le pidió a Lavecchia un pequeño bloque con los mejores goles del año para Nochebuena. No había archivos digitales ni facilidades técnicas: era partido por partido, cassette por cassette, a puro ojo y memoria. De ese trabajo artesanal nació la semilla de un ciclo que en 2001 ya tenía una hora completa y una identidad definida.
Con el paso del tiempo, el especial fue creciendo en contenido y en forma. A los goles se sumaron las burradas inolvidables, los momentos más insólitos, los festejos exagerados, las atajadas imposibles y esas escenas que el fútbol regala sin pedir permiso. Todo envuelto en una estética que se volvió marca registrada: música inconfundible, con Dancing Mood como bandera, pero también guiños permanentes al rock argentino, ese que suena a tribuna, ruta y potrero.
La evolución tecnológica también jugó su partido. Conseguir material ya no es una odisea, y el programa ganó vuelo visual y narrativo gracias a un trabajo fino de edición y musicalización. Aun así, la esencia se mantuvo intacta: contar el fútbol desde el disfrute, sin solemnidad, con el hincha como destinatario principal.
El fanatismo que generó El Programa de Lavecchia sorprende incluso a su propio conductor. Año tras año, la pregunta se repite en la calle y en las redes: “¿Ya está listo?”, “¿Dónde lo grabaron?”. Muchos saben de memoria segmentos enteros, pero igual se sientan a verlo como si fuera la primera vez. Porque ahí no importa el resultado: importa el recuerdo.
Las redes sociales potenciaron ese vínculo. Hinchas que envían videos de ligas desconocidas, goles imposibles o bloopers memorables. Incluso el nombre del programa nació así, bautizado por la gente antes que por el canal. Una apropiación popular que explica, en parte, por qué se volvió intocable.
También hubo anécdotas que quedaron marcadas a fuego. La grabación de 2020, en plena pandemia y con un homenaje a Diego Maradona, dejó momentos de tensión en Fiorito que el propio Lavecchia recuerda como de los más fuertes que le tocó vivir. En contraste, el especial grabado en el Gigante de Arroyito en 2018 fue pura emoción, con recibimiento, asado, camisetas y una cancha llena de historia prestada para la ocasión.
Así, entre goles viejos, errores inolvidables y música que abraza, El Programa de Lavecchia se ganó su lugar. No reemplaza la cena ni el brindis, pero los acompaña. Porque hay tradiciones que no se discuten: en Nochebuena, después del primer corte, el fútbol también se sienta a la mesa.