Aeropuertos Argentina apareció esta semana con un anuncio “rutilante”: Un hotel en el aeropuerto Juan Domingo Perón. Modernidad, inversión, renders brillantes, toda la escenografía del “progreso”. Pero mientras te muestran la maqueta del hotel, vos caminás por un aeropuerto que tiene obras atrasadas, compromisos incumplidos, y promesas archivadas.
Eso también es una maqueta, pero de otro tipo: la maqueta del incumplimiento. Porque hay que decirlo claro, sin vueltas: Aeropuertos Argentina no puede venir a vendernos glamour cuando no termina lo elemental. No pueden hablar de futuro cuando no cumplen el presente ¿De qué sirve un hotel si las obras obligatorias del aeropuerto siguen estancadas? ¿De qué sirve la “inversión privada” cuando no respetan los compromisos que asumieron? ¿Quién controla a quién? ¿La empresa controla al Estado… o el Estado controla a la empresa?
Hoy, la sensación es la primera. La concesión original, otorgada en 2001 por un período de 20 años, fue prorrogada en 2021 por el entonces gobernador Omar Gutiérrez. Como parte del acuerdo, la empresa debía realizar una serie de obras de infraestructura que aún no se concretaron en su totalidad, lo que deja en suspenso la posibilidad de una nueva prórroga que debería firmar Rolando Figueroa, pero con las obras incumplidas, como la ampliación del hall de arribos, el nuevo carrusel de equipajes, la repavimentación de pistas, el sistema de balizamiento.
Además, la empresa adeuda la instalación de una segunda manga telescópica, una demanda que lleva años sin respuesta. Esto sabe como se llama: Corrupción privada. Actualmente, el aeropuerto solo cuenta con una manga, lo que genera demoras en horarios de alta frecuencia de vuelos. En cualquier lugar serio del mundo, una empresa que no cumple sus obligaciones primero rinde cuentas, y después anuncia proyectos.
Acá parece que es al revés: Primero los anuncios, después las excusas. Y las obras… cuando se pueda. Lo que está pasando en Neuquén es un síntoma:
Aeropuertos Argentina se acostumbró a prometer en grande y cumplir en chico. Y lo más grave: se acostumbró a que nadie les exija. Ni en Nación, ni en el Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos, ni en la provincia.
Mientras tanto, los neuquinos vemos lo de siempre: anuncios espectaculares para los diarios y obras reales que avanzan al ritmo de la paciencia ajena.
Esto no es desarrollo. Esto es marketing empresarial disfrazado de progreso. Porque construir un hotel mientras las obras esenciales están sin terminar no es pensar en la provincia: es pensar en el negocio.
Y ojo, que nadie está en contra de la inversión. Lo que molesta -y mucho- es que nos tomen por ingenuos. Que crean que con un anuncio ruidoso pueden tapar los retrasos, las demoras, las excusas, el incumplimiento.
Neuquén no es un territorio para que las concesionarias hagan lo que quieran, cuando quieran y como quieran. Acá hay una comunidad que exige respeto. Y respeto significa cumplir primero, anunciar después.
El Gobierno provincial tiene la obligación -no la opción- de exigir que Aeropuerto Argentina termine lo que debe. El Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos tiene que dejar de mirar para otro lado. Y la empresa, si quiere seguir operando acá con comodidad, tiene que entender que se terminó la carta blanca. Neuquén no está para hoteles de fantasía. Neuquén está para obras reales, concretas, verificables.
Aeropuerto Argentina quiere hacer negocios, bien. Pero primero que cumpla con su parte. Porque, a esta altura, lo único que está en construcción
es la paciencia del pueblo neuquino, y eso -te lo aseguro- tiene un límite.
Si quieren invertir en Neuquén, bienvenidos. Pero primero, cumplan. Después, hablen. Porque si no lo hacen, eso se llama corrupción privada.