La condena a Bolsonaro por liderar un intento de golpe de estado, el brutal asesinato del activista ultraconservador Charlie Kirk en Estados Unidos, el sorpresivo ataque israelí en Qatar, la violencia en las calles de Francia por la crisis económica y social, y el grave incidente entre Rusia y la OTAN revelan cómo la polarización extrema se impone en la política global. Estos eventos evidencian la impotencia generalizada para gestionar políticamente los asuntos nacionales y mundiales de manera efectiva.
Brasil: Bolsonaro condenado y una extrema derecha desafiante
En Brasil, el Tribunal Supremo condenó a Jair Bolsonaro a 27 años de prisión por liderar, mientras todavía ejercía la presidencia, un complot destinado a impedir que asumiera Lula, quien había ganado las elecciones de 2022, e imponer una dictadura. No existe delito más grave para un presidente elegido democráticamente. Resta por ver si Bolsonaro efectivamente cumplirá la sentencia de 27 años que le impusieron cuatro de los cinco jueces de la primera sala del Supremo, y cuál será el impacto de esta condena histórica en la política brasileña y en el gobierno de Lula, cuando faltan pocos meses para las próximas elecciones.
Sin embargo, ha quedado claro que el bolsonarismo, como ideología y cultura política, ya se instaló definitivamente en Brasil, más allá de quien lo lidere en el futuro. La comprobación judicial de los delitos no solo no lo transforma en un movimiento marginal, sino que posiblemente su victimización y el discurso de persecución política terminen catapultándolo.
Un desafiante Bolsonaro no está dispuesto a rendirse. Cuenta con el respaldo de Trump y ya está evaluando quién lo representará en las elecciones del próximo año: podría ser su hijo Eduardo o el gobernador de São Paulo, Tarcísio de Freitas. Lejos de aplacar la tensión, la sentencia de la Corte intensificará la polarización política en Brasil y, más temprano que tarde, volverá a poner a prueba la resistencia de la institucionalidad democrática brasileña, que esta vez, a través del Tribunal Supremo, logró frenar los impulsos autoritarios del bolsonarismo.
Estados Unidos: el asesinato de Charlie Kirk y la espiral de violencia
El brutal asesinato de Charlie Kirk, popular activista de ultraderecha y estrecho aliado de Donald Trump, mientras exponía sus ideas en un evento público al aire libre en la Universidad de Utah, conmocionó a Estados Unidos y al mundo. Republicanos y demócratas coincidieron en el repudio, y nadie duda de que se trató de otro episodio de violencia política. No obstante, la combinación de discursos de odio que dominan los debates públicos, la intolerancia frente a posicionamientos políticos y culturales diferentes, y la libre portación de armas constituyen una combinación inquietante.
Kirk sostenía el discurso más extremo del trumpismo. Era quizás, después de Trump, el mejor divulgador de los principios del movimiento MAGA, en particular entre los jóvenes: defensa irrestricta del derecho a portar armas, rechazo al aborto y a los derechos de las personas trans, y oposición radical a la inmigración. Excelente polemista, construía una carrera política en franco ascenso, al punto de que muchos ya lo veían como el sucesor ideal para sostener el trumpismo después de Trump. Su gran virtud era nunca eludir el debate: jugaba como pocos ese juego democrático.
Tyler Robinson, su presunto asesino, quien según sus familiares había comenzado a mostrar molestia con el discurso de Kirk, prefirió asesinarlo antes que debatir. La conmoción inicial por el hecho sangriento en Estados Unidos ya está dando lugar a lo de siempre: cruces de acusaciones que responsabilizan de la violencia política a los enemigos ideológicos, sin dejar resquicio alguno para consensuar una salida que atenúe el odio. La llama de la violencia política sigue encendida en Estados Unidos, y cada vez con más intensidad.
Francia: Macron entre los extremos y la ingobernabilidad
Entre estos extremos globales, Emmanuel Macron lucha por sobrevivir políticamente en Francia. Tras la caída de su cuarto primer ministro, que intentó implementar un ajuste de 44.000 millones de euros para amortiguar la enorme deuda pública que hace estragos en la economía francesa, el presidente francés ahora trata de que su reemplazante, Sébastien Lecornu, quien también deberá tomar medidas de austeridad, alcance los acuerdos necesarios para poder gobernar.
Todo esto ocurre mientras los sindicatos y amplios sectores de la sociedad protestan en las calles, rechazando categóricamente los recortes. El experimento centrista de Macron, exitoso para llegar al poder y mantenerse en él, se muestra agotado. Los extremos han desbordado la política francesa y transformaron el país en ingobernable. La estabilidad podría llegar en un año y medio cuando en las elecciones presidenciales se elija al sucesor de Macron. No parece mucho tiempo, pero es una eternidad para la ingobernabilidad francesa.
Israel desafía límites, Rusia escala tensiones
El ataque israelí en Qatar para intentar eliminar a la cúpula de Hamas, que opera desde hace tiempo en ese país, demuestra que para el gobierno de Netanyahu no existen límites en su objetivo de aniquilar al grupo terrorista. Ni siquiera fue obstáculo bombardear un país aliado de su principal socio: Estados Unidos.
Paralelamente, el sobrevuelo de drones rusos sobre territorio polaco, es decir, de la OTAN, se convirtió en el incidente más grave entre Rusia y la Alianza Atlántica desde el inicio de la guerra de Ucrania, hace ya más de dos años y medio. Putin continúa mostrando control absoluto de la situación y, después de menospreciar a Trump, ahora sube la apuesta escalando la tensión, especialmente con los europeos, quienes quizás deban ajustar sus predicciones y empezar a considerar que un enfrentamiento directo con la Rusia de Putin en territorio europeo puede llegar antes de lo previsto.
El mundo se sumerge en el caos
Así como los casos de Bolsonaro en Brasil y la violencia política desenfrenada en Estados Unidos grafican el grado de polarización extrema que domina en la mayoría de los países democráticos, la perpetuidad de los dos grandes conflictos mundiales y la forma en que escalan sin límites evidencian la impotencia del sistema internacional. Aquellos poderes que no hace mucho podían encauzar o, al menos, poner ciertos límites a los conflictos, hoy se muestran incapaces de hacerlo.
La votación de la ONU declarando un Estado palestino sin Hamas y los esfuerzos de Trump para lograr un alto el fuego en Ucrania no son más que actos reflejos impotentes para ordenar un mundo que se sumerge cada vez más profundamente en el caos.