Varios hechos de esta semana han dejado más expuestas las características que está adoptando el sistema internacional transcurrido un cuarto del siglo XXI. Las negociaciones por Ucrania, la presencia militar de Estados Unidos en Venezuela, la publicación de la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (ESN) y las reuniones entre Putin y Modi, y entre Xi Jinping y Macron, dejaron enormes señales para describir con bastante precisión la geopolítica actual.
Europa ocupa un lugar central en el análisis y aparece como el actor internacional al que se le presentan mayores desafíos. El escenario no podría ser más perturbador: debe independizarse, más temprano que tarde y todo al mismo tiempo, de su dependencia económica con China, de la dependencia de Rusia para el suministro de energía, y de la dependencia militar y de seguridad de Estados Unidos. Lo bueno es que los principales actores son conscientes de su delicada situación. Lo malo es que deben tomar decisiones difíciles y convencer a la opinión pública de lo compleja y dolorosa que será la transición.
En su Estrategia de Seguridad Nacional, un documento donde se establecen las prioridades del gobierno en política exterior y quedan claros los intereses estadounidenses en el mundo, Donald Trump dejó escrito lo que ya viene diciéndoles a los europeos desde que volvió al poder: que se encaminan a que "su civilización" desaparezca y que eso, con el colapso de su economía y de sus ejércitos, llevará a sus países a dejar de ser aliados fiables para Washington. Claro, Trump ofrece ayudarlos, pero bajo sus condiciones: que sean gobernados por partidos que combaten los males que para él atraviesan el continente, sobre todo la inmigración. Alternativa por Alemania o Vox en España son para Washington quienes podrían salvar a Europa.
Mientras tanto, y relacionado directamente con el desenganche de la administración Trump del destino europeo, en la mesa de negociaciones por Ucrania los líderes europeos intentan, junto a Zelenski, conseguir que Putin no se quede con todo. Es un módico objetivo, pero saben que es a lo único que pueden aspirar en un contexto donde Trump ya los abandonó diseñando junto a Putin un plan de paz en el que todo es ganancia para Moscú. La opción para Ucrania y sus aliados es clara: o rechazan aceptar las concesiones territoriales, renunciar a entrar a la OTAN y diseñar su defensa según los intereses de Putin, o siguen con una guerra que seguirá desgastándolos, sin el apoyo de Estados Unidos y donde posiblemente pierdan más que en un pésimo acuerdo que por más malo que sea, al menos les daría tiempo para consolidar una estrategia de defensa común y les permitiría prepararse para un escenario de guerra que creen inevitable llegará con Putin en unos años.
Macron es quizás el líder europeo más consciente de los desafíos que Europa tiene por delante. Con la economía y la seguridad en la agenda, volvió a viajar a China para verse con Xi Jinping. Ya lo hizo varias veces para seguir tejiendo un lazo con Xi que le proporcione una alternativa de alianza ante el desaire de Trump y la amenaza de Putin. Macron es quien más cerca está de Zelenski y siempre que puede le da apoyo militar y político. También entiende que Europa debe construir, más temprano que tarde, un sistema de defensa común. Para eso debe poner más dinero en sus ejércitos. Él ya empezó en Francia, donde también impulsa la vuelta del servicio militar, por ahora voluntario. Alemania sigue sus pasos.
De todos modos, no la tiene fácil. Necesita resolver el desequilibrio comercial con China y que Xi Jinping lo ayude para frenar a Putin, que sigue siendo aliado de Beijing. En definitiva, Macron busca superar diferencias y desequilibrios. Pero aún sigue negociando desde la debilidad, igual que con Putin y Trump.
América Latina también
La Estrategia de Seguridad Nacional también habla de América Latina y da señales de que la presencia militar de Estados Unidos en el Caribe llegó para quedarse. Que no está ahí por Maduro, o solo por Maduro. Trump la necesita allí porque la considera clave para controlar a toda la región, según se lee en el documento que firmó. La presencia militar le servirá para proteger su frontera (de inmigrantes y de la droga), pero sobre todo para hacer frente a la creciente presencia china. Para hacerlo necesita socios en los gobiernos latinoamericanos. Por eso mira con atención y se involucra en los procesos electorales. Por ahora le está yendo bien: en Bolivia volvió al poder la derecha después de 20 años, en Chile todo indica que ganará la extrema derecha con Kast y en Honduras su candidato disputa cabeza a cabeza con otro candidato de derecha, pero ya quedó claro que la izquierda oficialista está fuera de juego. Se vienen elecciones clave en Perú, Colombia y Brasil.
La Estrategia Nacional abre entonces nuevos escenarios que pocos contemplaban hasta ahora con relación al desorbitante despliegue militar en el Caribe. Trump dice que la presencia militar puede durar mucho más de lo que se espera y que no dependerá de si Maduro es echado del poder o no. En sus declaraciones, ya venía sugiriéndolo cuando esta semana extendió los objetivos en su guerra contra el narco más allá de Venezuela. Por eso amenazó a Colombia con atacarla también. Ahora la flota, según dice la ESN, funcionará para disuadir al principal rival de Estados Unidos en el mundo: China.
Por si quedaban dudas, lo deja claro el documento cuando habla de que las alianzas que hará en la región tendrán una condición: los gobiernos latinoamericanos deben reducir la influencia de China "desde el control de puertos, instalaciones militares e infraestructura clave a la adquisición de activos estratégicos, entendidos desde una perspectiva amplia".
Estados Unidos se planta frente a los europeos y muestra sus intenciones de meterse a su gusto en los asuntos latinoamericanos. Sin embargo, no fue una buena semana para Trump. India y Rusia consolidaron una alianza estratégica que desafía frontalmente el orden occidental. Modi y Putin se juntaron y acordaron un programa de cooperación hasta 2030 y quieren firmar un Tratado de Libre Comercio. Con India convertida en el segundo mayor comprador de crudo ruso, Trump respondió con aranceles del 50% a productos indios, acusando a Delhi de financiar la guerra en Ucrania. Pero Modi no se corre ni un milímetro de su pragmático equilibrismo: mantiene su alianza con Moscú, negocia con Washington y se declara "a favor de la paz" sin condenar la invasión rusa.
Mientras Trump se muestra inflexible con Europa y América Latina e intenta sepultar el orden liberal al que considera responsable de todos los males, no puede disciplinar ni controlar los movimientos de líderes como Putin, Xi Jinping o Modi que revelan el surgimiento de un orden multipolar donde potencias económicas y militares pueden desafiar a Occidente sin sufrir consecuencias, redefiniendo las reglas geopolíticas del siglo XXI.