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Domingo 28 de Diciembre, Neuquén, Argentina
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"La diplomacia del martillo": fracasos y victorias de Trump en 2025

Aranceles récord, despliegues militares y amenazas constantes marcaron un año en el que la fuerza estadounidense mostró alcances, pero también sus límites.

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Desde septiembre, EEUU mantiene un inédito despliegue naval en el Caribe
Su alianza con las monarquías petroleras ayudo a alcanzar el alto el fuego en Gaza
Trump mantiene con Bibi Netanyahu una fuerte alianza
Sorpresivamente, Zelenski fue humillado por Trump en la Casa Blanca
A pesar de sus conversaciones con Trump, Putin maneja la agenda del conflicto a su manera

Donald Trump fue el eje central de la política mundial en 2025. Es verdad que es difícil que el presidente de Estados Unidos, la principal potencia militar del globo, no lo sea. Pero también es cierto que desde que volvió a asumir la presidencia por segunda vez, Trump exacerbó esa centralidad e intentó hacer todo lo que prometió en la campaña electoral: Trump entendió su vuelta al poder como su última oportunidad de concretar todo lo que no pudo o no lo dejaron hacer en su primer mandato. Y para eso embistió contra todo lo que se le puso enfrente. Pero no le fue del todo bien. Veamos.

La guerra arancelaria: golpes sin retorno

La decisión más impactante pocos días después de volver a la Casa Blanca fue la declaración de la guerra arancelaria que redefinió el comercio global. También la usó para disciplinar, mediante amenazas de todo tipo, a sus rivales ideológicos. Algunos, como los europeos, eligieron no confrontar y aceptar muchas de las condiciones impuestas desde Washington, pensando en sostener la histórica alianza con Estados Unidos, sobre todo en un contexto en el que se sienten amenazados por Putin y necesitan como el agua la ayuda militar de Washington. No les dio resultado. Ahora están tomando medidas, como incrementar como nunca sus presupuestos militares, para prepararse para lo que viene: defenderse solos.

Otros se le plantaron y les fue bien. Sobre todo China, el principal rival económico y tecnológico de Estados Unidos, al que Trump quiso doblegar. Negociaron y Washington debió ceder en cuestiones sensibles, como liberar la venta de material tecnológico, semiconductores, por ejemplo, de los que, por ahora, China depende para su desarrollo pero que seguramente, mas temprano que tarde, se independizará.

También Lula sorprendió y soportó la feroz embestida comercial de Trump, que le impuso a Brasil los aranceles "más altos del mundo". ¿La razón? Estrictamente política: la condena a su amigo Bolsonaro por liderar un intento de golpe de Estado. Lula se defendió y ganó. Con un discurso sosteniendo la soberanía económica, jurídica y política de su país, creció en las encuestas y terminó de convencerse de que irá por la reelección el año que viene.

Ucrania: el fracaso más evidente

Es en la perpetuación de la guerra entre Rusia y Ucrania donde está su peor fracaso. Fue incapaz de cumplir su promesa electoral de terminar rápidamente ese conflicto. Aplicó el mismo estilo de negociación que en la guerra arancelaria: la "diplomacia del martillo", la de golpear primero para negociar después. Las varias cumbres bilaterales con Vladimir Putin y Volodímir Zelenski fueron frustrantes y no lograron detener la violencia. Algunas ya quedaron en la historia de los papelones diplomáticos, como la humillación a Zelenski a la vista de todo el mundo en el mismísimo Salón Oval de la Casa Blanca. O la esperada cumbre con Putin en Alaska, donde Trump recibió con honores a un Putin que obtuvo lo que quiso: ganar tiempo y mostrarse más fuerte que Trump.

Las negociaciones fracasaron repetidamente y evidenciaron que la complejidad del conflicto no puede ser resuelta por meras tácticas transaccionales. Esas estrategias encuentran límites cuando se enfrentan a intereses geopolíticos profundamente arraigados y a conflictos que no admiten soluciones rápidas, por más que sean impulsadas por el presidente estadounidense. La frustración de Trump ya se nota, y ahora está en medio de otro intento en el que tiene que explicarle a Putin porqué las condiciones que puso para firmar la paz, fueron impugnadas, casi totalmente, por Zelenski y los europeos. Parece encaminarse a otro fracaso que seguiría dañando la imagen que quiere dar: la de negociador implacable y efectivo.

Medio Oriente: el único triunfo

Pero donde sí Trump tuvo éxito fue en Medio Oriente. Fue el principal responsable de que se alcanzara un alto el fuego en Gaza dos años después del inicio de la guerra entre Israel y el grupo terrorista Hamas. También de que el enfrentamiento entre Israel e Irán, dos potencias regionales que llevaron la tensión mundial a niveles inéditos, durara solo doce días. Tras la intervención militar de Estados Unidos, a pedido del gobierno de Netanyahu, contra parte de la infraestructura nuclear iraní, Trump les impuso a ambos países que aceptaran un alto el fuego. Por distintas razones, ambos aceptaron.

Para frenar la guerra en Gaza impuso un plan de 20 puntos que ninguna de las partes estaba en condiciones de rechazar. Bibi Netanyahu estaba en medio de una fuerte presión interna por parte de los familiares de los rehenes, que vivían un calvario desde hace dos años, y de una sociedad que mayoritariamente pedía el fin de la guerra. Se subió sin peros a la propuesta de Trump. Los rechazos de los sectores más extremos de su coalición pasaron a ser un problema menor.

Y el mundo árabe, sobre todo las monarquías petroleras aliadas a Trump y acostumbradas a los negocios, el lujo y la riqueza, se dio cuenta de que era el momento de frenar esa guerra antes de que sus propios territorios se transformaran en escenario del conflicto. En septiembre, un mes antes de la firma del acuerdo, Israel había bombardeado Qatar para eliminar a líderes de Hamas. Por eso ese país, más Turquía y Egipto, fueron clave para presionar a Hamas que, debilitado como nunca, aceptó liberar a todos los rehenes.

Ese desenlace consolidó a Trump como un actor indispensable en la diplomacia de Medio Oriente y reforzó su imagen como negociador capaz de obtener resultados concretos cuando sus intereses estratégicos están en juego, sobre todo el plan de normalización para la región: los acuerdos de Abraham, que Trump viene tejiendo desde su primer mandato En todo esto también cumple un rol clave Arabia Saudita, otro de los grandes aliados de Trump.

El despliegue militar en el Caribe

Otro hito que marcó el 2025 de Trump fue el despliegue militar estadounidense en el Caribe, bien cerca de Venezuela, que revela el cambio en la política exterior de Washington hacia América Latina. Esta operación, justificada oficialmente por el combate al narcotráfico y la protección de recursos petroleros, y que busca sacar del poder a Nicolas Maduro, responde también a la nueva Estrategia de Seguridad Nacional firmada por Trump que busca frenar la creciente influencia china en la región.

Aunque Nicolás Maduro es el objetivo visible de la presión militar y económica, el despliegue naval llegó para quedarse y va más allá del líder venezolano. Los ataques contra narcolanchas dejaron más de cien muertos, demostrando la determinación de Trump, aunque hasta ahora evitó ordenar ataques terrestres contra Maduro o su círculo de poder. El premio Nobel otorgado a María Corina Machado dio visibilidad internacional a la oposición venezolana, pero el mensaje de Washington es claro: Estados Unidos no tolerará más la expansión de rivales geopolíticos en su hemisferio y está dispuesto a utilizar la fuerza militar para demostrarlo.

El ideal de un nuevo orden y el límite de la fuerza

Como contexto de todas sus iniciativas, Trump continuó lo que le quedó incompleto en su primer mandato: una feroz embestida contra el orden liberal. Las principales víctimas fueron las instituciones internacionales que este año profundizaron su proceso de insignificancia, sobre todo la ONU, que hace ya mucho se muestra impotente para resolver los asuntos mundiales. Y mientras hacía eso, fortalecía alianzas con líderes ideológicamente afines como Benjamin Netanyahu y el húngaro Viktor Orbán. Washington prioriza ahora vínculos pragmáticos e ideológicos por sobre las alianzas históricas occidentales.

Todavía no se cumplió un año del gobierno de Trump, pero está clara su estrategia en política internacional: utilizar la extraordinaria fuerza militar de su país, que, por lejos y por ahora, sigue siendo la más poderosa del mundo, para imponer sus condiciones en todo el planeta. Sin embargo, la realidad geopolítica complicó sus planes, sobre todo con Rusia y China. Tampoco parece que en Venezuela le estén saliendo las cosas como él quiere.

Pero el límite a su estrategia se lo impondrá la política doméstica. En un año de elecciones de medio término en Estados Unidos, Trump deberá empezar a explicar por qué sus promesas de pacificar el mundo y de dejar de gastar plata de los contribuyentes en guerras ajenas choca de frente con el tiempo y el dinero que le está dedicando infructuosamente a intentar diseñar un mundo que parece tener otros planes. Lo que resulte de estas elecciones sin duda determinará si Trump, que no puede acceder a un nuevo mandato, está sentando las bases de un nuevo orden o si, por el contrario, pasará a la historia con más pena que gloria.

 

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