Es este el último fin de semana del año 2025. Será también la última editorial de este ciclo. Transitamos momentos de inevitables y necesarios balances de lo ocurrido en el año, de lo bueno, lo malo, lo pendiente. Naturalmente que tenemos buenas expectativas para el año próximo. Tenemos proyectos y objetivos, que son el motor de nuestros días. En este contexto de balances y evaluaciones, en el que vemos muchos mensajes de cierre de año y muchos informes de gestión que se difunden por oficinas de prensa, nos resulta inexorable pensar en la realidad y la verdad de la máxima garantía que tenemos como ciudadanos neuquinos, ese lugar seguro que nos tiene que brindar protección en los casos preocupantes, el servicio de justicia que nos brinda el Poder Judicial de la provincia de Neuquén.
Saben que siempre trato de ser claro y reflexivo en los temas que comparto con ustedes en este espacio. No ha sido al pasar que he dicho “la realidad y la verdad” del Poder Judicial de Neuquén. Creo que debemos revisar muy bien que está ocurriendo al interior de la organización del Poder Judicial, y qué está brindando como servicio de justicia a la comunidad. Parece haber una realidad para el ciudadano, y otra para quienes integran el Poder Judicial, o al menos para quienes tienen deberes de conducción en ese Poder Judicial.
Parece haber una verdad percibida por los ciudadanos, y otra sostenida por las áreas de conducción judicial en sus decisiones, en página institucional, en redes sociales, en comunicados de prensa y en saludos de fin de año. El servicio de justicia que recibimos los ciudadanos neuquinos es malo, porque es tardío, es apático, es caro, está brindado por personas que parecen no tener la capacitación y el entrenamiento necesario, o que no poseen las condiciones éticas mínimas.
Hace años escuchamos que el Poder Judicial de Neuquén está en proceso de cambio, de transformación, de innovación. No se percibe ninguna mejoría, al contrario. Y, si está muy bien empezar por un diagnóstico de la mala realidad, para pensar en un futuro mejorado, para poder diseñar cambios hay que tener una visión profesional y experimentada. Para poder imaginar un camino de mejora hay que saber donde se está y hacia donde habría que ir, además de tener claras las vías por las que deberían llevarse los vagones de ese cambio.
Ese proceso de cambio debería estar liderado y traccionado por líderes, por personas con una visión, con una postura clara sobre el tipo de servicio de justicia que se necesita, no en discursos ni en declaraciones escritas, en planes de trabajo concreto. Y hablo de acciones, de gestión concreta, no de política judicial.
Permítanme poner en crisis eso de “política judicial”, un rebuscado eufemismo para disimular que muchos en este Poder Judicial neuquino hacen política, discursiva, casi eleccionaria, y cada vez más ostensiblemente cercana a la política que despliega el Poder Ejecutivo provincial, en armonización con la Legislatura Provincial. Algunos parecen creen, en el Poder Judicial y en su conducción, que “política judicial” es acercar cada vez más, y todo lo que se pueda, el Poder Judicial a las líneas de política pública del proyecto que ha comprometido el gobierno provincial con el electorado que lo ha apoyado y designado para esos fines.
Pero no para los fines del Poder Judicial. A veces me queda la sensación que hay personas que han recalado en el Poder Judicial, cuando conservan su corazoncito en la política partidaria, electoral, propia del Gabinete provincial. Eso es un problema grave, porque quien desde una conducción está permanentemente mirando a otro liderazgo de otro poder distinto, carece de claridad respecto a los objetivos y necesidades de su propia organización, al interior y al exterior.
Quien solamente copia y está atento a ideas o iniciativas de otros, difícilmente pueda proponer un programa de acciones coherente, articuladas hacia un objetivo institucional que en el menor tiempo posible muestre a la sociedad un mejor servicio de justicia. No veo que eso esté ocurriendo en el Poder Judicial de Neuquén, y desde hace varios años, y esto es muy preocupante. Venimos de años de tensiones indisimuladas en el Tribunal Superior de Justicia, que nada bueno han aportado al servicio de justicia.
Vemos que se han sucedido en el tiempo designaciones de autoridades de ese Tribunal Superior de Justicia sobre las que en alguna ocasión se cuestionó la escasa acreditación de experiencia concreta y prolongada en el ejercicio de la profesión de abogado. No es ninguna novedad que las designaciones de integrantes del Tribunal Superior de Justicia de Neuquén, de sus Vocales y de los titulares de los Ministerios Públicos, suele tener más peso político que técnico jurídico, por eso nos va como nos va luego en las conducciones y liderazgos.
Creo sinceramente y con preocupación, que el Poder Judicial de Neuquén tiene un grave problema de servicio a la comunidad, y no visualizo que haya indicadores que permitan suponer que algo tenderá a cambiar a corto plazo en materia de gestión. Si veo mucho interés y despliegue comunicacional para mostrar una imagen sensible desde la conducción, usar mucho el término “cercano” o “humano”, o escribir cartas institucionales personalizadas al comienzo de una gestión y al finalizar un año, como queriendo mostrar cambios respecto a conducciones anteriores y lucirse.
Eso me parece que tiene poco de institucional, pensando en la continuidad de una gestión silenciosa y prudente. Este es un punto que me parece central en cualquier evaluación y razonamiento, las conducciones recientes, actual y futura del Tribunal Superior de Justicia de Neuquén, muestran más interés por acciones propias de la política “asistencial” que por generar cambios estructurales en materia de gestión interna de los conflictos, de emisión de las decisiones judiciales para los casos conflictivos, de simplificar a los ciudadanos neuquinos los trámites en los juicios.
Vemos mucho video en redes y mucha dedicación en un informe de gestión que han difundido recientemente, pero más propio de un Ministerio de Desarrollo Humano que de un Poder Judicial, en mi opinión, al menos, tal vez eso pueda tener algún punto de contacto que desde este año que cierra la Presidencia del Tribunal Superior de Justicia ha constituido un gabinete político que llaman Equipo de Gobierno, a esto me refiero cuando hablo de identidades entre justicia y política, e incluso han creado una figura de asistencia letrada para la Presidencia del Tribunal, abogados que necesitan abogados, vaya a saber para qué será, porque creo que secretarios, choferes y enorme cantidad de áreas técnicas siguen teniendo.
Con pena, digo, las cuestiones que sigue mostrando el Poder Judicial de Neuquén, por intermedio del Tribunal Superior de Justicia, son personalistas, de reforzar estructuras internas con estructuras internas, de afirmar preocupación por “grupos vulnerables”, cuando todo ciudadano neuquino con un conflicto que lleva al Poder Judicial está vulnerado en sus derechos y merece igual trato, las desigualdades estructurales las debería afrontar el Ejecutivo, creo, pero si el Poder Judicial parece sentirse cómodo con la máxima cercanía con el Poder Ejecutivo, puede que muchos terminen confundidos en los roles, responsabilidades y prioridades en la función.
El problema es que mientras algunos “juegan” a liderar o conducir, los tiempos del Poder Judicial de Neuquén se pierden, el servicio se agrava, las mejoras no se visualizan ni se perciben. Tal vez, más que preocuparse por comunicación florida y por redes sociales, habría que comenzar por fijar objetivos de organización claros y bien explicados a los propios equipos de trabajo, liderados por personas con reconocimiento interno al menos, que sepan de lo que hablan, que pueden conducir una crisis de implementación de nuevas tecnologías o de procesos de trabajo.
Se necesita menos discurso, menos política tan parecida a la partidaria y electoral, más gestión y más trabajo interno mirando el día a día de lo que la gente necesita y devuelve como opinión.
El Poder Judicial de Neuquén sigue en un problema de liderazgo, ocupando los primeros lugares con personas que tal vez no posean las condiciones, formación y experiencia práctica adecuada y suficiente para estos momentos, al menos la mala imagen social y la desconfianza que no cesa son evidencia que las acciones no son positivas y que nada mejora. En mi opinión, el Poder Judicial de Neuquén viene, y continúa, fuera de foco, mirando cuestiones que no son el centro de lo que puede impactar en una mejora en el servicio de justicia que llegue a cada ciudadano neuquino.
Esperemos que en el 2026, el propio Tribunal Superior, ese gabinete de Equipo de Gobierno, la Presidencia, o cualquier persona con ideas claras y voluntad de gestión, reflexione, advierta el error de rumbo y oriente el Poder Judicial a objetivos de servicio, no de política.