La provincia de Buenos Aires amaneció con un movimiento inesperado en su estructura judicial: el jurado de Enjuiciamiento decidió, por unanimidad, remover de su cargo a Julieta Makintach tras un proceso que mantuvo en vilo al país durante semanas. La exmagistrada, señalada por su participación en un documental grabado en pleno juicio por la muerte de Diego Armando Maradona, quedó inhabilitada de por vida para volver a ocupar un rol dentro del Poder Judicial. El fallo, que se conoció a las 10:40 en el Anexo del Senado bonaerense, cayó como un golpe seco en el mundo tribunalicio.
Julieta Makintach no estuvo presente cuando se leyó la sentencia final. La ausencia contrastó con la rigurosidad del proceso: seis audiencias, testimonios determinantes y un expediente de más de cien páginas que reconstruyó la secuencia de irregularidades señaladas por la fiscalía y los organismos acusadores. La disputa que estalló con el documental “Justicia Divina”, registrado durante el juicio por la muerte del ídolo, fue la pieza clave que inclinó la balanza.
Los once miembros del jurado, encabezados por la presidenta de la Suprema Corte bonaerense, Hilda Hogan, coincidieron en que la conducta de la magistrada desvirtuó por completo los estándares de imparcialidad, prudencia y reserva que exige la función. Para Hogan, Julieta Makintach incurrió en actitudes “incompatibles con la sobriedad y moderación” que se le impone a cualquiera que imparta justicia. Otros conjueces fueron todavía más duros: hablaron de un daño institucional profundo y de un ego exacerbado que, según ellos, terminó aplastando cualquier búsqueda de verdad.
La presencia de parte de la familia de Diego Armando Maradona en la sala le dio un tono aún más cargado a la mañana. Verónica Ojeda, Mario Baudry y Dieguito Fernando siguieron el veredicto desde la primera fila, con una mezcla de tensión y alivio contenido. Para ellos, la sentencia tenía otro peso: significaba volver a una causa que, por momentos, pareció desviarse por completo de su eje principal.
Mientras tanto, Julieta Makintach esperaba otro desenlace. Durante los alegatos había manifestado que deseaba que se aceptara su renuncia, presentada meses atrás, con la intención de retirarse sin quedar inhabilitada definitivamente. Decía querer “reinventarse en paz”, aunque sus propios dichos sobre pruebas ocultas y trato injusto dejaron en claro que la relación con el Poder Judicial estaba rota desde hacía tiempo.
Las palabras de la fiscal Analía Duarte fueron demoledoras y decisivas. Durante su exposición sostuvo que la exjueza no solo aprobó el documental, sino que supervisó parte del proyecto. Aseguró que la producción ya incluía títulos, guiones y hasta un capítulo dedicado a la sentencia cuando aún no se había dictado fallo alguno. Declaraciones de testigos reforzaron la idea de que la filmación no hubiera sido posible sin la anuencia explícita de la magistrada.
El impacto institucional fue una de las principales preocupaciones del jurado. Representantes del Colegio de Abogados de San Isidro remarcaron que el episodio dejó en ridículo al sistema judicial y sembró dudas sobre la credibilidad de los procesos. Otros conjueces señalaron que la búsqueda de notoriedad mediática es un veneno capaz de contaminar decisiones que deberían ser estrictamente técnicas. “Cuando se encienden las cámaras, peligra la justicia”, expresó uno de ellos, con una sentencia que resonó en la sala.
Pero la repercusión más fuerte vino de la mano de los hijos de Diego Armando Maradona. Gianinna Maradona volcó su alivio y enojo acumulado en sus redes sociales, donde utilizó frases de fuerte carga emocional para celebrar la decisión. Había revelado días atrás que la jueza le negó repetidamente la existencia del documental, y su decepción fue evidente. Para ella, revivir este proceso fue “como atravesar una película de terror”.
Del otro lado, Dieguito Fernando dio la única frase que todos esperaban escuchar al salir del tribunal: “Justicia por mi papá”. Sus palabras, breves y temblorosas, condensaron el clima que rodea cada novedad vinculada al caso: una mezcla de dolor, paciencia y necesidad de reparación.
La destitución de Julieta Makintach terminó de cerrar un capítulo sombrío dentro de una causa ya de por sí marcada por el dramatismo, la conmoción pública y la complejidad jurídica. Los próximos días serán clave para conocer cómo seguirá el proceso, pero la señal enviada por el jury parece clara: el sistema no tolerará desvíos que pongan en riesgo la confianza pública.
Para la familia Maradona, el fallo representa un paso más en un camino que sienten interminable. Para la Justicia bonaerense, un llamado de atención. Para todos los que siguen este caso desde hace años, una certeza: la historia todavía no terminó.