“Este es mi último concierto, el más importante, el que recordaré siempre”, proclamó Sabina ante las 12.000 personas que lo ovacionaban sin respiro. “Esta gira, que empezó llamándose ‘Hola y Adiós’, ya solo se llama Adiós. Me he colado en la memoria de varias generaciones. Sin vosotros, mis canciones no existirían”.
Un adiós para la historia
El público lo acompañó desde la primera canción. Abrió con “Calle Melancolía”, dedicada a Madrid, antes de anunciar lo que ya había adelantado meses atrás: el fin de su vida sobre los escenarios. Su voz ronca, símbolo y huella de toda una generación, se mezclaba con aplausos casi incesantes que parecían querer impedirle marcharse.
En el foso, lo acompañaban amigos íntimos: Ana Belén, Víctor Manuel, Benjamín Prado, David Trueba, entre otros. No subieron al escenario; estaban allí como devotos más, reuniéndose para ver despedirse a un artista que convirtió la poesía en canción popular.
En las pantallas se sucedían imágenes de Sabina a lo largo de su vida: el joven rebelde, el trovador bohemio, el sobreviviente de tantas noches y tantos escenarios. Ninguno más artista que el de ahora, sentado sobre su banqueta, dueño de una voz y de un repertorio que ya son patrimonio emocional de varias generaciones.
“Es muy emocionante y conmovedor que haya venido tanto amigo. Este concierto de Madrid es el último de mi vida. Es el más importante”, dijo antes de rescatar del “baúl de las canciones oxidadas” una de las primeras que escribió hace más de 40 años.