Durante décadas, la familia de Diego Olmos vivió con una herida abierta y muchas preguntas sin respuesta. Recién ahora, más de 40 años después de su desaparición, lograron confirmar lo que tanto temían: los restos hallados en la casa que alguna vez habitó Gustavo Cerati, en Coghlan, son del adolescente de 16 años que había desaparecido en 1984.
La noticia se conoció tras el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, que determinó la identidad del cuerpo a través del ADN de su abuela paterna. La mujer, de 87 años, accedió a colaborar luego de que su nieto —hijo de Javier Fernández, hermano de Diego— viera un informe televisivo sobre el hallazgo y la convenciera de presentarse. Así, se cerró un capítulo doloroso, pero también se abrió otro debido a la exigencia de justicia por lo que ocurrió.
“Mi papá murió sin saber qué había pasado. Solo pido justicia por mi hermano, por él, por mi mamá, por mi hermana y por mí”, expresó Javier Fernández con la voz quebrada, en una entrevista con América Noticias. Según relató, Diego Olmos era un chico común, alegre, que jugaba al fútbol en Excursionistas, iba al colegio y tenía muchos amigos. “¿Qué hizo? No me entra en la cabeza. Tenía 15 años... era bueno”, dijo, conmocionado.
El día que desapareció, Diego salió de su casa comiendo una mandarina y le avisó a su mamá que iba a lo de un amigo antes de ir a clases, es lo último que se enteró Javier Fernández. Sin embargo, nunca volvió. Ahora, su hermano, que por entonces tenía apenas 10 años, guarda pocos recuerdos nítidos, pero nunca olvidó la desesperación de sus padres, que movieron cielo y tierra buscando respuestas. “En su momento la policía interrogó a todos los chicos del colegio. Mi mamá, pobre, ya no recuerda bien... pero luchó toda la vida”.
Durante años, la familia sospechó que Diego Olmos podía haber sido víctima de los últimos coletazos de la dictadura. Una teoría que nunca pudieron comprobar, pero que tomó fuerza al ver la impunidad con la que todo se silenció.
El caso volvió a estar en boca de todos cuando un grupo de obreros encontró un cuerpo enterrado en la casa que Gustavo Cerati alquiló entre 2001 y 2003. Si bien el músico no tiene ningún vínculo con el hecho, el lugar en sí fue clave para reabrir la causa. La pericia reveló que el cuerpo tenía heridas punzocortantes en la zona costal y cortes en el fémur, signos compatibles con violencia deliberada.
“Nos dijeron que un testigo lo vio por última vez en un colectivo y le gritó ‘¡qué hacés Gaita!’, porque así le decían”, recordó Javier. Pero de ahí en más, todo fue incertidumbre. Ni la familia tenía conexión con esa casa en Coghlan ni habían recibido pistas firmes… hasta ahora.