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El extraordinario camino político de José Pepe Mujica

Fue guerrillero y llegó a la presidencia. Desde allí, transformó a Uruguay. Siguió influyendo en la política  hasta sus últimos días y dejó un legado de austeridad que trascendió fronteras.

Por Redacción

Martes, 13 de mayo de 2025 a las 20:43

José "Pepe" Mujica fue la figura política más influyente de Uruguay durante las últimas tres décadas. Su ascenso comenzó el 20 de mayo de 1989, cuando el Frente Amplio aceptó la incorporación de los Tupamaros. Ese mismo año, varios ex guerrilleros del Movimiento de Liberación Nacional fundaron el Movimiento de Participación Popular (MPP). Bajo el liderazgo de Mujica, el MPP se convirtió en la fuerza política con mayor respaldo electoral en Uruguay durante el siglo XXI.

Su trayectoria comenzó como guerrillero del movimiento Tupamaro en los años 60 y 70. Fue encarcelado durante la dictadura militar uruguaya por casi 13 años, gran parte de ellos en condiciones de aislamiento extremo. "Me tocó pelear con la locura, porque más bien, en ese tipo de prisión, buscaron que quedáramos lelos. Y triunfamos: no quedamos lelos", recordaba sobre aquel período que marcó profundamente su carácter y filosofía política, forjando su compromiso con la democracia y los valores de austeridad que posteriormente definirían su imagen pública.

Tras la vuelta de la democracia y su liberación en 1985, Mujica se integró a la vida política institucional dentro del izquierdista Frente Amplio. Todos recuerdo que a su primer día como senador llegó en moto, vestido de paisano, marcando desde el inicio el estilo despojado que lo caracterizaría.

Ocupó cargos como diputado por Montevideo (1994), senador (1999) y finalmente ministro de Ganadería durante el gobierno de Tabaré Vázquez. Su ascenso a la presidencia en 2010, con casi el 55% de los votos, captó la atención internacional no solo por su pasado guerrillero, sino por su estilo ajeno a los privilegios: donaba el 90% de su salario presidencial, vivía en una modesta chacra en Rincón del Cerro junto a su esposa Lucía Topolansky, y conducía un viejo Volkswagen Escarabajo celeste modelo 87, rechazando el protocolo tradicional asociado al poder.

Durante su mandato, Mujica impulsó políticas progresistas que pusieron a Uruguay en la vanguardia regional: la legalización del aborto, la aprobación del matrimonio igualitario y la regulación del comercio y consumo de marihuana bajo control estatal. En política exterior, cultivó relaciones con diversas potencias mientras mantenía amistades profundas con líderes como Lula da Silva, a quien consideraba "una figura de carácter mundial".

Su pragmatismo económico combinó políticas sociales con apertura a la inversión extranjera, respetando compromisos financieros internacionales pero priorizando la reducción de la pobreza y la desigualdad. Sus críticos le reprocharon que como presidente no hiciera lo suficiente para enjuiciar a militares responsables de torturas durante la dictadura, a lo que él respondía haber optado por "una posición más inteligente y menos sentimental".

El fenómeno Mujica trascendió fronteras, sobre todo por su discurso y su accionar, cercano a la sobriedad y poniendo en primer lugar los valores humanos. "El problema es que nos toca vivir una época consumista, donde pensamos que triunfar en la vida es comprar cosas nuevas y pagar cuotas. Con lo cual estamos construyendo sociedades auto explotadas", afirmaba, defendiendo que "la libertad es hacer con tu vida lo que a vos se te antoja”.

Su intervención en la Cumbre de Río+20 en 2012, donde cuestionó el modelo de desarrollo basado en el consumo ilimitado, resonó globalmente como una crítica al sistema capitalista desde una perspectiva humanista, convirtiéndolo en referente moral para movimientos progresistas y ambientalistas internacionales.

Tras dejar la presidencia en 2015 y el Senado en 2018 por "motivos personales y cansancio del largo viaje", Mujica mantuvo una voz activa en la política uruguaya y en debates globales sobre desigualdad y medio ambiente. En sus últimos años, afectado por el cáncer que finalmente acabaría con su vida, reflexionaba: "Yo me dediqué a cambiar el mundo y no cambié un carajo, pero estuve entretenido y le di un sentido a mi vida. Moriré feliz".

Su muerte fue anunciada por el presidente Yamandú Orsi, a quien Mujica apoyó en su campaña electoral en su última aparición pública. Hasta el final mantuvo un perfil bajo que sorprendía: "Los hombres no hacemos historia, hacemos historieta".

Su legado político es inmenso: a la hora de gobernar supo combinar pragmatismo con el idealismo revolucionario, austeridad personal con ambiciosas políticas, y un estilo comunicacional directo que conectaba con ciudadanos comunes. Su influencia y su conducta humana y política trascendió a Uruguay y se proyectó internacionalmente.

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