DOCTOR AZUCARADO

Es cirujano pero vende pochoclos en un carrito de Rosario

Pasa de seis a siete horas en el quirófano, pero no se olvida de su verdadera pasión.
domingo, 8 de mayo de 2022 · 17:10

A pesar de que por la carrera universitaria que eligió está entre seis y siete veces por semana dentro de un quirófano, Julio César Adad es más feliz atendiendo su carrito de pochoclos los fines de semana en Rosario.

Julio, como cirujano traumatólogo realiza complejas intervenciones en sanatorios de la ciudad. Sin embargo, los fines de semana se saca el ambo y deja el bisturí de lado para levantarse a las siete de la mañana, preparar las garrapiñadas, las peras y las manzanas acarameladas, poner a punto todo y salir con el carrito de Pochoclos Adad rumbo a la costanera central. “Soy feliz ahí”, asegura.

Todos los sábados y los domingos se instala en la zona del barquito de papel, ubicación que eligió en el año 2009 cuando todavía no había grandes torres y la avenida de la Costa era sólo de una mano. “Toda mi familia estaba en el Parque Independencia y me pareció que esa era una buena zona”. Su esposa Débora, también médica, junto a sus hijos Eusebio de 5 y Faustina de 6 años, lo acompañan en esta aventura.

A los 6 años, y al lado de sus padres, Julio se ponía una mesita y vendía turrones y maní con chocolate que complementaban el negocio familiar. Por este motivo los Pochoclos Adad son toda una tradición en Rosario, y el cirujano junto a su mamá y sus tres hermanas continúan el legado.

“Me crié al lado de un carrito y lo sigo haciendo. Viene gente que atiendo como cirujano con gorrito y barbijo, pero me ve cara conocida, entonces le pregunto ¿cómo anda la cadera? Y no pueden creer que sea yo”, relata Julio. Además, cuenta que también le tocó atender a sus alumnos de la facultad, ya que es profesor de primer año en la carrera de Medicina de la

Esa pasión que siente adentro de un quirófano también la tiene al frente del carrito, hasta tal punto que no se imagina un solo fin de semana sin estar al pie del cañón despachando los mejores pochoclos de la ciudad.

Durante el 2010 y 2011 le tocó hacer la residencia médica y tuvo que dejar por fuerza mayor de atender el negocio familiar. “Si era un día soleado y yo estaba de guardia me agarraba una cosa en el estómago que sentía que me faltaba algo”, describe y enseguida aclara que esa “tortura” duró sólo un año, ya que en 2012 pudo volver a disponer de los fines de semana.

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