ANÁLISIS NACIONAL

Massa, la bala de plata de una coalición gastada

El ministro concentrará poder, negociando con Cristina Fernández. El presidente cubrirá las formas institucionales. La situación, para la sociedad, por ahora no cambia.
jueves, 28 de julio de 2022 · 22:23

Sergio Massa no es el nuevo ministro (súper, se dice por las ganas de repetir clichés argentinos), sino algo más que eso: es la última carta, la bala de plata, que atinó a jugar una coalición política sumida en el desconcierto y su fase más aguda, la inacción.

La profunda crisis política, que ha causado, entre otras cosas, el descalabro total de la economía, tocó su punto más alto; y, ante tal certeza, no hubo más remedio que asumir el vacío y procurar llenarlo.

Massa será, pues, el virtual presidente en ejercicio, la cara de una renovación in extremis. Mientras, Alberto Fernández cubrirá las formas institucionales, y Cristina Fernández, ya subida al bote para bien o para mal, oficiará de conductora en las sombras o fuera de ellas, con el objetivo de arreglar lo que se pueda, llegar a las elecciones, y, eventualmente, conseguir un milagro si hay algo de buena suerte que quede dando vueltas por ahí.

No había, existe convicción casi unánime al respecto en el arco político, muchas más soluciones a la mano para este gobierno. Podría decirse que era Massa o la nada, es decir, la caída inexorable, o, lo que es lo mismo, la renuncia del propio presidente, más temprano que tarde.

Lo conciliábulos de la última semana, en medio de una terrorífica corrida cambiaria, se concentraron en resolver el problema de vacío político en la gestión de gobierno. Ahora, con un nuevo equipo ministerial, más acotado (como se hace cada vez que se pretende mostrar un ajuste de gastos en el Estado), los Fernández y Massa tendrán que ver si consiguen mejorar algo para que la gente pueda cambiar de humor. O sea, tras arreglar y llenar precariamente el vacío del poder, y remendar el gobierno, ahora llega el momento de demostrarle a la sociedad que eso servirá para algo concreto, algo en beneficio de los ciudadanos.

Hablar de prolijidad o desprolijidad se torna ocioso. Es casi una agresión a la inteligencia. No hay prolijidad posible en medio del descalabro. Obviamente que todo ha sido nefasto en las formas, si solo se tiene en cuenta que se nombró una ministra de Economía, Silvina Batakis, que duró menos de un mes en el cargo y que fue defenestrada apenas retornada de los Estados Unidos y de hablar y prometer seguridad, estabilidad y cumplimiento, a los funcionarios del FMI, de la banca internacional y representantes de poderosos grupos empresarios.

Es posible anticipar que Massa buscará resolver dos problemas político-económico relevantes: la situación con “el campo” (es decir, la producción y comercialización de alimentos) y la situación energética, concentrada, básicamente, en Vaca Muerta. Tendrá el control directo de ambos frentes. En el caso de Energía, la secretaría que conduce el neuquino Darío Martínez, es posible que haya cambios. El otro frente, el financiero, es relativamente más sencillo de resolver, pues depende, en buena medida, de que los mercados vean un gobierno más fuerte que el que había hasta ahora. Eso, no obstante, habrá que demostrarlo también: la brecha cambiaria deberá ser reducida.

Los tres dirigentes políticos principales que figuran como “conduciendo” el país -Alberto Fernández, Cristina Fernández, y Sergio Massa- tienen, en las encuestas, una imagen negativa que llega al 70 por ciento. De esta realidad se parte para echar a rodar el “nuevo” gobierno, con cubiertas recién reparadas.

Se verá si llega hasta la estación deseada, o no.

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