Una burla que duele y genera asco
Argentina atraviesa días de luto, con mujeres asesinadas en Buenos Aires, Córdoba y dos casos en Neuquén, además de un transfemicidio que se investiga desde este miércoles a la noche, y la violencia de género vuelve a golpear de frente. Pero, mientras el país todavía llora a las víctimas, un grupo de egresados protagonizó una escena tan repulsiva como dolorosa: uno de ellos se disfrazó de una “mujer abusada” durante su viaje a Bariloche.
El adolescente, estudiante del colegio IPET 267 de Bell Ville (Córdoba), fue grabado mientras lucía un vestido desgarrado, manchas rojas simulando sangre y la palabra “violada” escrita en su espalda. Las imágenes fueron publicadas en una cuenta de Instagram del grupo y rápidamente se hicieron virales.
El repudio fue inmediato. Lo que pretendía ser “una broma” se convirtió en un símbolo de la crueldad, el machismo y la falta total de empatía frente al dolor que atraviesa el país.
Indignación en redes y repudio institucional
La reacción social fue contundente: usuarios, organizaciones y docentes expresaron su repudio y exigieron sanciones. “Esto no es humor, es violencia”, se repitió en cientos de mensajes.
Frente al escándalo, la promoción del estudiante emitió un comunicado intentando desligarse del hecho:
“Somos conscientes de la gravedad de lo sucedido (…) Pedimos disculpas. No representa los valores enseñados.”
Sin embargo, lejos de calmar los ánimos, las palabras encendieron aún más la bronca. La otra división de la misma escuela también repudió el episodio y marcó una diferencia:
“Esto no es una cosa de adolescentes. Forma parte de una forma de mirar el mundo, de naturalizar las violencias contra nuestros cuerpos.”
El comunicado de ese grupo fue celebrado por miles de personas, que vieron en esas palabras madurez, empatía y un compromiso real con el respeto que muchos adultos todavía no muestran.
Un país cansado de la violencia
El disfraz, más que una “broma”, se transformó en una herida colectiva. En los últimos días, Argentina volvió a contar víctimas de femicidios y transfemicidios: tres en Buenos Aires, dos en Córdoba y varios en Neuquén.
Cada caso expone la misma realidad: la violencia de género no cesa, y el dolor se repite. Por eso, gestos como el de este joven —que banalizan el horror de un abuso sexual— no solo indignan: reabren cicatrices que nunca terminan de cerrar.
Educadores y referentes sociales subrayaron que el episodio debe servir para reflexionar y actuar, no para viralizar el morbo.
“Si todavía hay adolescentes que creen que disfrazarse de una mujer violada es gracioso, el problema no es la juventud: es la sociedad que les enseñó a reírse del dolor”, comentó una docente en redes.
Reflexión y responsabilidad colectiva
El repudio generalizado no busca escrachar, sino marcar un límite ético. En un país donde cada semana se reportan casos de violencia machista, no hay espacio para el chiste ni para la indiferencia.
Este episodio, ocurrido en un contexto de duelo social y rabia acumulada, revela que aún queda un enorme trabajo por hacer en las escuelas, las familias y los medios.
La sociedad exige educación, empatía y responsabilidad, porque detrás de cada burla hay vidas reales truncadas por la violencia.