El Gobierno de Javier Milei atraviesa semanas de reacomodamientos políticos y tensiones crecientes. Lo que comenzó como una disputa interna entre Karina Milei y Santiago Caputo se transformó en una jugada mayor: una reconfiguración del Gabinete para evitar un quiebre interno, mantener el control político y enviar un mensaje claro hacia afuera —especialmente a Mauricio Macri y a los gobernadores— de que el poder sigue concentrado en la Casa Rosada.
El tablero libertario se sacude
La designación de Diego Santilli como ministro del Interior fue la pieza clave de este nuevo esquema. En apariencia, se trató de un gesto de apertura hacia el PRO y de un intento por institucionalizar los canales de negociación con las provincias. Pero detrás del movimiento hay algo más profundo: una maniobra de Milei para desactivar la interna que venía desgastando al Gobierno entre su hermana Karina y el asesor estrella, Santiago Caputo.
Caputo, que venía acumulando poder y protagonismo en el armado libertario, fue desplazado sutilmente del centro de la escena. Su incorporación formal al Gabinete se frustró tras chocar con la resistencia de la “Hermana de Hierro”, que logró mantener su dominio político sobre la estructura presidencial. El mensaje de Milei fue inequívoco: “El Gabinete no tiene sombra; las decisiones pasan por mí y por Karina”.
Macri, en offside y con furia
El ingreso de Santilli, un dirigente de diálogo fluido con Macri, parecía inicialmente una concesión al expresidente. Pero en la práctica, el movimiento dejó al fundador del PRO sin margen de maniobra. Francos fuera de juego, Caputo contenido y Santilli jugando para la Casa Rosada: el macrismo quedó sin interlocutores claros en el Gobierno.
La reacción de Macri no tardó. Enojado por lo que interpretó como una encerrona, el expresidente evitó participar de la reunión de su propio bloque en Diputados, donde Santilli fue presentado como “la nueva figura del puente libertario”. En paralelo, Patricia Bullrich —ya alineada de lleno con Milei— aprovechó la ocasión para marcar territorio y exhibir su ascendencia dentro del oficialismo, incluso por encima de su antiguo jefe político.
El desafío Santilli: Presupuesto y gobernadores
Con un perfil más negociador, Santilli tiene ahora la misión de tejer acuerdos con los mandatarios provinciales para garantizar la aprobación del Presupuesto 2026 y preparar el terreno para las futuras reformas laboral, fiscal y previsional. En pocos días mantuvo reuniones con gobernadores de distintos signos políticos, desde Chubut hasta Córdoba.
Sin embargo, en la Provincia de Buenos Aires el panorama es distinto. Axel Kicillof, marginado de los primeros contactos oficiales, acusa un enfriamiento total con la Casa Rosada. La relación, tensa desde el inicio, se agravó por el bloqueo del Gobierno nacional a un pedido de endeudamiento bonaerense de más de 3.000 millones de dólares y por la pulseada en torno a la Suprema Corte de Justicia provincial.
La guerra bonaerense y el fantasma de Cristina
En simultáneo, Milei enfrenta su propio frente interno en territorio bonaerense. Santiago Caputo, junto a su aliado Agustín Romo, busca sostener el control partidario frente al avance del karinista Sebastián Pareja, mientras que en el peronismo estalla la tensión entre Kicillof y La Cámpora por la conducción del PJ provincial.
El gobernador pretende que Verónica Magario encabece el partido en marzo, pero el kirchnerismo duro —con Máximo Kirchner y Juan Martín Mena al frente— resiste la maniobra. En el medio, los intendentes del Movimiento Derecho al Futuro presionan por lugares en la Corte, en el Banco Provincia y por la reelección indefinida.
Cristina Kirchner, concentrada en la batalla judicial por las causas que la acechan, mantiene una relación ambigua con el Gobierno nacional. Aunque sus alfiles colaboraron con el dictamen del proyecto de DNU en el Senado, la tensión por el control político y judicial del país sigue intacta.
Una nueva etapa para el mileísmo
En medio de la tormenta política, Milei intenta consolidar una nueva etapa: un “Gabinete sin sombra”, con control absoluto desde la cúspide presidencial y la promesa de una gestión más pragmática. Pero las fracturas internas, el recelo del PRO y la resistencia de los gobernadores anticipan meses de fuerte pulseada política.
Como en el mito del dios Jano, el libertario mira hacia atrás para corregir el rumbo, pero también hacia adelante para sobrevivir al próximo ciclo. Entre la lealtad a su círculo íntimo y las exigencias del poder real, Milei enfrenta su desafío más complejo: gobernar sin romper su propio espejo.