Amazon rompió el silencio tras el masivo apagón digital que afectó a millones de usuarios en todo el mundo, dejando fuera de servicio plataformas críticas de empresas, gobiernos y servicios financieros. La compañía confirmó que el origen del incidente fue una falla en su sistema DNS, la tecnología que traduce las direcciones web que los usuarios escriben en sus dispositivos en direcciones IP que las computadoras pueden interpretar.
El error se produjo específicamente en la Región 1 del Este de Estados Unidos (Virginia), el centro de datos más importante de Amazon Web Services (AWS) a nivel global. Allí comenzaron a registrarse “tasas de error y latencias inusualmente elevadas” en múltiples servicios al mismo tiempo, lo que generó un efecto cascada que paralizó sistemas clave en distintos continentes.
Lo llamativo es que el incidente golpeó incluso a la propia Amazon: 64 de sus servicios internos también se vieron afectados, algo que la compañía reconoció públicamente mientras sus ingenieros trabajaban contra reloj para restablecer la operación.
Recién tres horas después del inicio del colapso, Amazon confirmó que empezaba a observar una recuperación progresiva en la mayoría de los servicios afectados. Las principales plataformas globales que dependen de su mega centro de datos en Virginia comenzaron a volver a la normalidad, aunque con algunas intermitencias.
La compañía advirtió que el proceso completo de estabilización llevaría más tiempo. Expertos en ciberseguridad compararon el episodio con un apagón eléctrico masivo: cuando la energía vuelve, la red no se normaliza de inmediato y pueden registrarse nuevas caídas temporales hasta que todo queda sincronizado.
Aunque el servicio ya se encuentra mayormente restablecido, el episodio vuelve a encender una alarma global: el mundo depende cada vez más de una infraestructura digital hiperconcentrada, dominada por muy pocas empresas. Y cuando una de ellas falla, el impacto es planetario.