En muchos hogares y cada día más, el perro se ha convertido en uno más de la familia y en algunos casos en el “hijo único” de la pareja.
Es el centro de atención, duerme en la cama, recibe mimos, regalos y paseos diarios y exclusivos. Pero ¿qué pasa cuando llega un bebé? Su mundo cambia. Es importante entonces ayudarlo a adaptarse a la nueva realidad.
Lo que hay que considerar es que el cambio no sea abrupto para que no asocie al bebé con la pérdida de algunos de sus privilegios.
Por ejemplo, algunas mamás los acercan a su panza cuando los movimientos del bebé comienzan a percibirse, de ésta forma, él también acompaña el proceso.
Si hasta ahora ha dormido en la cama con sus tutores, unas semanas antes del nacimiento se lo debe acostumbrar a hacerlo en su propia camita o en otra habitación. Cuando lo logre, premiarlo con alguna golosina para canes y una caricia.
Si crees que con la llegada del bebé no tendrás el mismo tiempo para realizar los paseos, comienza a reducirlos gradualmente, pero no totalmente.
Se pueden introducir algunas rutinas que se parezcan a las que tendrás cuando llegue el niño, para que cuando su presencia se haga realidad, el animal ya haya incorporado éstos cambios naturalmente.
No dejar nunca al bebé y al perro solos, especialmente al principio. Por manso y bueno que sea el animal, prevenir no está demás.
Antes de que el bebé llegue a la casa, se sugiere hacerle olfatear la ropita usada en el hospital, de ésta forma reconocerá el olor del nuevo integrante y bajará el nivel de estrés.
Es recomendable que la presentación, el primer contacto, lo haga la persona con la que el perro tiene menos apego emocional, para evitar celos o excitación excesiva.
Antes de este paso, asegurarse de que el animal esté tranquilo. Presentárselo ofreciéndole que olfatee su colita, no la cabeza.
Estar atento a su lenguaje corporal: orejas hacia atrás, pupilas dilatadas o jadeo pueden indicar que está nervioso, es mejor no forzarlo y darle tiempo, esperar un poco para la presentación.
Antes de que el bebé llegue a la casa, se sugiere hacerle olfatear la ropita usada en el hospital, de ésta forma reconocerá el olor del nuevo integrante y bajará el nivel de estrés. Es recomendable que la presentación, el primer contacto, lo haga la persona con la que el perro tiene menos apego emocional, para evitar celos o excitación excesiva.
Pero si mueve su cola suavemente o se muestra curioso, acariciarlo y hablarle con palabras calmas mientras se le acerca el bebé para que lo huela con tranquilidad.
Una vez que estas etapas se hayan cumplido con éxito y el bebé ya forme parte del día a día, debemos prestar atención a nuestro comportamiento.
Es muy común brindarle atención al perro cuando el niño duerme, error, eso refuerza la idea de que el bebé “le roba” el cariño. Cuando el niño está despierto, se le debe hablar y acariciar al animal para que asocie su presencia a momentos positivos. Tampoco relegarlo todo el tiempo al patio, si hubiera, ya que la convivencia controlada es parte del aprendizaje.
Es bueno permitir que esté presente en el momento de la lactancia o durante otros cuidados, siempre con la supervisión de alguien. Premiarlo cada vez que se comporte tranquilo cerca del bebé y nunca castigarlo si siente celos, en ese caso, redirigir su atención con juegos o caricias.
No dejar nunca al bebé y al perro solos, especialmente al principio. Por manso y bueno que sea el animal, prevenir no está demás.
Y por último, nunca, pero nunca lo abandones. No pienses que la convivencia es incompatible. Seguramente va a ser diferente, pero no imposible.
Dale y date tiempo.