PANDEMIA Y JUSTICIA

El hombre que quiso gambetear la cárcel y fracasó en el intento

Ocurrió en Chos Malal. Lo condenaron. Le dieron prisión domiciliaria. Pero duró en su casa apenas dos meses.
jueves, 21 de mayo de 2020 · 19:10

Estar condenado a vivir esa condena en la cárcel. Ser después beneficiado con prisión domiciliaria, por razones humanitarias, que tienen que ver con la actual pandemia. Hacer, entonces, todo lo posible para violar los límites de ese beneficio. Trasgredir, amenazar, y hasta extorsionar por teléfono. Terminar, en una consecuencia quizás inevitable, en la misma cárcel a la que nunca había llegado, amparado en la cuarentena más larga de este siglo.

Esto, que parece contra las razones lógicas, el sentido común, e, incluso, la austeridad del gasto público que debería resguardar el Estado, ocurrió, en Chos Malal, y tuvo resolución en las últimas horas, cuando el fiscal de esa ciudad, Fernando Fuentes, requirió a una jueza que anulara el beneficio de prisión domiciliaria del que gozaba el condenado –por el delito de lesiones graves- Eliel Barchiesi.

Barchiesi, desde el 20 de marzo de este año, tiene una condena firme (ya sin apelaciones) por lesiones graves calificadas. Debe cumplir 3 años y 15 días de prisión. Pero, su abogado presentó un certificado médico; y, enseguida, invocó la “irrupción” de la pandemia de COVID 19. Así que la Justicia decidió que cumpliera la pena en su casa.

Barchiesi había sido acusado por golpear en la cara a un hombre con un vaso de vidrio, tras discutir en un bar de Chos Malal. Le produjo, a su víctima, graves heridas, “de carácter permanente” en cuanto a sus secuelas, según certificaron los médicos forenses para la instancia previa a la condena, en el juicio.

Pero, en su casa, el condenado no cumplió con los mínimos requisitos del beneficio. Un día, casi a la medianoche, hizo ingresar a su pareja a la vivienda. No le estaba permitido: solo podía ver a su madre. Después, se le descubrió utilizando un teléfono de su propiedad, con presuntos intentos extorsivos hacia un tercero: se le imputó ese cargo. Por último, la gota que rebasó el vaso fue una amenaza: Barchiesi, afirma la fiscalía, amenazó a uno de los policías que custodiaba su vivienda.

Así, el fiscal pidió y la jueza concedió rápidamente. Barchiesi, condenado, cumplirá su sentencia en un calabozo. No ya en su casa, a la que, tal vez, nunca se la debería haber pretendido convertir en cárcel, como ahora está de moda.

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