HISTORIAS CRUELES

El amor de dos hombres que terminó con un bárbaro asesinato

El dinero pudo más, y llevó al crimen. Historia dentro de una torre de exclusivos departamentos.
jueves, 25 de junio de 2020 · 10:08

Mario Barrios tenía 58 años. Empleado de una financiera, con un salario de 160 mil pesos por mes, pasaba bien la cuarentena. Hacía unos meses había conocido a otro hombre del que se enamoró. Ocasional dealer, un uruguayo de 48 años: Héctor Rodríguez. Se encontraban en el departamento de Mario, en una Torre de Avellaneda para gente de buen pasar económico. Allí, los tres perros del dueño de casa se acostumbraron a la presencia de Héctor.

Pasaron solo unos meses. El miércoles 24, Mario fue encontrado muerto. Su cadáver tenía las piernas atadas, rodeadas por cinta de embalar. Los brazos también estaban sujetos al tronco, con la misma cinta. Estaba tirado sobre el piso de la sala. Tenía heridas en la cabeza y en la cara. Lo habían acuchillado en el rostro. Algunas de esas heridas fueron post mortem: se las hicieron sus propios perros, que estuvieron encerrados con el cadáver durante, al menos, cuatro días.

La escena era tremenda, pero clara. Del dinero en la casa, solo se encontró el último recibo de sueldo. En las cajas y cajones donde se guardaban joyas y otros elementos de valor, no había nada. Cerca del muerto, debajo de un mueble, se encontró la punta quebrada de un cuchillo de cocina. El cuchillo no estaba.

“Ha sido el uruguayo… ha sido el uruguayo”, murmuró la cuñada de Mario. Ella había sido quien ordenó abrir la puerta al encargado del edificio. Hacía cuatro días que no podían comunicarse. Era raro. Los perros se escuchaban ladrar dentro del departamento. Cuando abrieron la puerta, los perros saltaron hacia sus salvadores. El olor de la muerte había inundado paredes y cortinas.

La médica forense que llegó a esa escena constató a simple vista que Barrios tenía dos puñaladas en el rostro, que le entraron por una mejilla y llegaron al mentón. La presunción, anterior a la autopsia, fue que murió desangrado tras varias horas de agonía. Lamido por sus perros. En lenta desesperación resignada.

Héctor Rodríguez, el uruguayo, se había instalado en el departamento no hacía mucho. El tema de la cuarentena fue decisivo para inaugurar la convivencia con su amante. Los investigadores encontraron, incluso, una nota, manuscrita. En ella, el asesino le pedía que le dejara “600 ó 700” pesos para hacer las compras.

Ya en la noche del miércoles, policías de la Primera de Avellaneda detuvieron a Rodríguez. Fue en la calle Deán Funes de Avellaneda, mientras merodeaba en inmediaciones de un barrio habitado mayormente por peruanos. Allí, creen los investigadores, se había refugiado después de matar a Mario Barrios.

El amor y el dinero no siempre se llevan bien. En este caso, tal vez nunca se sepa si hubo amor, o, quizá, solo un cálculo interesado, la presunción de un final anunciado.

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