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Lunes 06 de Octubre, Neuquén, Argentina
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Dos por uno: la cuidadora le cuidaba a la madre, al padre y no dormía nunca

Una mujer fue contratada para cuidar a un matrimonio mayor en casas distintas, con turnos encadenados que no le dejaban descanso. La hija de los abuelos manejaba todo: horarios, sueldos y despidos. La Justicia de Bariloche la condenó.

Lunes, 06 de octubre de 2025 a las 19:26
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Durante meses, la trabajadora rotaba entre las dos viviendas sin pausas. Dormía poco, cobraba a medias y terminó despedida por “período de prueba”.

Era una sola mujer, pero trabajaba como si fuera dos. Cada sábado, a las once de la noche, la cuidadora llegaba a una casa del oeste de Bariloche para atender a un hombre mayor. Se quedaba allí todo el fin de semana, sin descanso, hasta el lunes a primera hora. Pero en lugar de volver a su casa, debía cruzar la ciudad para cuidar a la esposa del hombre, en otro domicilio. Allí pasaba toda la semana, de lunes a viernes, en turno nocturno. Un trabajo interminable.

Los dos ancianos eran los padres de la mujer que la había contratado, y era ella quien movía todos los hilos. Elegía al personal, armaba los horarios, daba las órdenes y pagaba los sueldos. Parte del dinero salía a nombre del padre, con factura. La otra parte, a nombre de la madre, con recibo. Todo parecía prolijo, hasta que la Justicia descubrió que era un esquema armado para disimular una relación laboral directa.

En diciembre del año pasado, la trabajadora recibió un telegrama de despido firmado por la madre, bajo la excusa de un “período de prueba”. Pero nadie le aclaró qué pasaba con el cuidado del padre. Ante el silencio, la mujer decidió considerarse despedida. Cuando el caso llegó a la Cámara del Trabajo de Bariloche, otras cuidadoras contaron la misma historia: jornadas eternas, pagos desdoblados y una sola persona que mandaba en todo.

“El trabajo era sin descanso”, declaró una testigo. “La hija decidía quién cuidaba a quién, en qué horario y cuánto cobraba”, agregó otra. El tribunal coincidió: la hija actuaba como la verdadera empleadora, aunque los papeles dijeran otra cosa.

La sentencia fue contundente: “primó la realidad por sobre la apariencia”. El fallo ordenó indemnizar a la trabajadora, pagarle los haberes pendientes, vacaciones, aguinaldo y multas por falta de registración. También remarcó la dureza de las jornadas: noches enteras, fines de semana seguidos y un empleo dividido en dos casas, pero con una sola jefa.

 

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